Timbuctú
Dos
películas recientes plantean el tema del radicalismo islámico: Timbuktu
y Les chevaux de Dieu. Las dos están hechas sobre el terreno, mauritana
la primera, marroquí la segunda, por equipos de esos países. La primera observa el fenómeno desde fuera, los estragos en la vida de la gente; la segunda, desde dentro, cómo se hace un yihadista. En Timbuktú
la población ve su vida y costumbres alteradas cuando un grupo de islamistas que
vienen de fuera se adueña de la ciudad y dicta nuevas normas, aplicando la
Sharia: prohibición de escuchar música, reír, fumar e incluso jugar al fútbol y
un cambio radical para las mujeres que deben taparse cabeza, manos y pies. Al
principio el cambio consiste en la vigilancia con patrullas, motocicletas y
cuatro por cuatro, con metralletas y altavoces dictando, pero poco a poco el
incumplimiento de las normas lleva a tribunales religiosos donde se imponen
duras condenas (latigazos) o incluso la muerte mediante lapidación o
fusilamiento. La vida de la gente que ha preferido permanecer en vez de huir a
zonas no controladas se ve trastocada: no solo pierden la libertad, también se
ve empobrecida. La película se desarrolla con un lento ritmo poético con largos
planos sobre el desierto o las calles de adobe de la ciudad, una paz y lentitud
a la que se opone la violencia primero soterrada y luego visible condensando en
unas pocas escenas los momentos dramáticos.
Les chevaux
de Dieu
La película
marroquí, Los caballos de Dios, es una reconstrucción libre de los atentados
terroristas de 2003 en Casablanca, entre ellos el del restaurante la Casa de España. Sitúa la
acción en un poblado de chabolas de la ciudad. A lo largo de la película
volvemos una y otra vez, a vista de pájaro, a esa pequeña ciudad de miseria,
violencia y degradación. El protagonista, Yachine, crece en una familia con un
padre hundido psíquicamente, una madre que espera que el hijo mayor, Hamid, se
haga cargo de las necesidades materiales y con otro hermano igualmente inhábil
para la vida normal. Hamid trapichea y acaba en la cárcel, entonces Yachine se
ve ante la imposible responsabilidad de hacerse cargo de la familia. Cuando
Hamid vuelve a la calle vuelve como islamista radical e involucra a su hermano
y a sus amigos en la fe y en el entrenamiento para convertirlos en mártires. La
peli es fresca, está bien hecha, bien rodada, mejor montada, no necesita
grandes decorados ni explosiones y cuerpos destrozados para mostrarnos las
consecuencias del terrorismo, es creíble, sólo falla una cosa que el director,
el francés de origen marroquí Nabil Ayouch, nos cuenta un cuento. Hubiese sido
más útil y honesto hacer un documental investigando cómo ocurrieron de verdad
los hechos, en vez de asociar el yihadismo a la miseria, la falta de
expectativas económicas y sociales y la degradación moral y eso como sabemos no
siempre es verdad. Por eso la peli es muy buena en cuanto retrato de la vida de
esos barrios de chabolas que crecen alrededor de la ciudad moderna y flaquea
cuando pega el salto al fundamentalismo islámico.
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