martes, 26 de marzo de 2024

Tener tiempo. Ensayo de cronosofía. Pascal Chabot

 



El tiempo, "un fuego que me consume". Borges

Deambulamos por unos tiempos que no son los nuestros”. Pascal

La cantidad de tiempo es la aritmética elemental de la existencia”. Chabot

¿Qué nos ha enseñado la burbuja de la pandemia del covid-19?


Durante el periodo del confinamiento, que ahora nos parece tan lejano, el tiempo se detuvo o al menos se aminoró drásticamente, lo que dio ocasión a pensar sobre cómo estábamos viviendo. Algunos se centraron en el propio significado de 'tiempo'. Es paradigmática la idea de que todos sabemos qué es el tiempo, pero nos cuesta explicar en qué consiste. Pascal Chabot, filósofo belga, lanza al mercado de la filosofía, la palabra cronosofia. Durante el periodo de confinamiento, que él vivió entre el 18 de marzo y el 1 de mayo de 2020, en Bélgica, público en La libre Belgique una serie de pequeños ensayos titulados 'diario de un filósofo confinado', ahora convertidos en libro. En él traza una pequeña historia de cómo hemos vivido o sentido el tiempo históricamente. Con ese amor que tienen los francófonos por volver a renombrar para reiniciar la historia de modo que el suyo sea siempre un nuevo comienzo, deslinda cuatro periodos en su cronosofía: el destino, el progreso, el hipertiempo y el plazo. A todos les pone una mayúscula inicial. El tiempo del Destino es el circular, una rueda -las estaciones por ejemplo- va volteando en forma de ciclos las vidas humanas, marcadas por el nacimiento y la muerte. El Progreso es lineal desde que Hegel describiese la historia como el avance continuo del Espíritu: la ilustración en marcha hasta alcanzar el fin óptimo. El Hipertiempo es el presente consumido por la velocidad. Con el Plazo se refiere al catastrofismo o colapsismo que nos obsesiona hasta el punto de pensar en un final inaplazable, 'el tiempo que se agota', la conciencia de no tener futuro.


Por supuesto Chabot encuentra una solución a esta confluencia de tiempos tan diversos. La encuentra en la figura de la espiral. Está por doquier en la naturaleza. Observa la espiral del humo que asciende, el zarcillo de la vid, el remolino del agua que se sume. La espiral como imagen para salir de las determinaciones temporales. En ella se combinan el tiempo cíclico del destino y el lineal del progreso. En la espiral el tiempo no vuelve a empezar sino que el ciclo se abre apuntando hacia un futuro no desbocado sino controlado, no se detiene en el hipertiempo del presente sino que se abre al futuro, pues las espiras cada vez son más amplias, contempla la pragmática preparación al plazo de la catástrofe anunciada, sea ambiental, vírica o de cualquier otro tipo. Chabot propone una quinta manera de contemplar el tiempo, la Ocasión cuya genealogía filosófica encuentra en el Kairos griego, la oportunidad para pensar y actuar sobre la vida que llevamos. Sin embargo, aparte de poner una mayúscula inicial, no nos dice Chabot mucha cosa más sobre como saldar la deuda que nos será cobrada a su debido tiempo, individual o planetaria. Bueno, sí, una cosa importante: el decalage, cómo se diría en francés, entre el progreso tecnocientífico y el progreso moral.


La lectura se traba a veces en la logomaquia propia de los filósofos francófonos, que no tienen en consideración la máxima orteguiana: 'la claridad es la cortesía que el escritor le debe al lector'. Sin embargo, las ideas expuestas pueden inducirnos a una reflexión sobre la velocidad en la que vivimos que, tras el breve bloqueo de la pandemia, hemos recuperado. Pues no solo las posibles catástrofes sobre la vida están ahí, sino que la propia velocidad es una amenaza para el discurrir de nuestra vida sobre la tierra.



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