Uno de los momentos a atesorar de nuestra experiencia en las Torres fue el amanecer en los Cuernos. El Campamento permanecía en silencio, yo salía de los baños, entonces los llamados ‘cuernos’ recibieron la llamarada del sol, una franja en diagonal que cubría de luz, en blanco las partes nevadas y en ocre rojizo las graníticas, debajo de la oscura parte metamórfica, que parecía que estuviese incendiando la montaña, con una masa nubosa reforzando la franja. Fue solo un momento porque al alzarse el sol, la franja desapareció. Quienes no se despertaron a tiempo, no lo vieron.
Al tercer día abandonamos los Cuernos para llegar al campamento del Paine Grande, pasando antes por el italiano y el francés. Hacía más fresco que los días anteriores, el viento había amainado y de frente teníamos el enorme glaciar francés. Dejamos las mochilas en la llamada guardería del campamento italiano y subimos, remontando el valle que el río ha creado, a veces por una torrentera llena de bloques o piedras rodadas que ahora no llevaba demasiada agua, hasta el mirador para ver de más cerca el glaciar, la enorme masa de hielo del glaciar francés. El punto más alto llega a los 3050 metros.
Durante todo el día y ahora desde el lugar donde tomo esta nota he visto el enorme paredón de granito claro y la más sedimentaria y oscura encima. Junto con los glaciares de alrededor forman un valle semicircular de una belleza pocas veces vista en la naturaleza.
A la vuelta, tras bajar del valle del francés, nos dispusimos a dar cuenta del picnic en la guardería. Dos intrusos caranchos, con increíble familiaridad, se acercaban esperando que les lanzásemos comida en contra de las indicaciones del parque que lo prohíben.
Las tiendas en el campamento del Paine Grande parecen un campo de hongos de colores. Son tiendas convencionales montadas sobre plataformas de madera. También este es un campamento ruidoso, lleno de jóvenes norteamericanos, también europeos, con quienes nos hemos cruzado a lo largo del día en una especie de procesión, un continuo caminar por los senderos del parque para ir de un albergue a otro, para ver más que contemplar las cimas graníticas del Paine. Por la noche los albergues son ruidosos, muy ruidosos, con música de fondo en el gran comedor. La gente se acuesta temprano para salir por la mañana a la siguiente estación.
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