“Yo me he portado bien con la gente”
La política tiene una parte noble, allí donde toca el bien común. Es la parte de teoría y organización, la parte que no toca la urdimbre humana de quienes la sirven. En un espacio de vacío, la bola de plomo y la pluma caen hasta tocar el suelo con la misma velocidad. Sin embargo, la política la hacen los personajes de la trama, cuerpos que al rodar modifican el espacio que les envuelve. Pillos, fulleros, ganapanes y hasta catedráticos de economía. Para mí es un misterio que alguien, en la frontera de la adolescencia, con 15 o 16 años, decida hacerse político ingresando en unas juventudes, que luego participe del juego afilando su palabra y ganando voluntades para ir ascendiendo en la pirámide, de modo que el abstracto poder se convierta en pieza codiciada. En principio esa parecía la recompensa: mandar disponer prever. Que había bienes asociados debió ser un descubrimiento posterior. Me cuesta creer que alguien se hiciese político porque vio en ello la manera de enriquecerse a través de métodos que bordean la legalidad. Pero los hay, es evidente, las prebendas, la erótica del poder, la ampliación de los contactos, los negocios asociados y en última instancia, si hiciese falta, la corrupción: la compra de voluntades, las mordidas, el nepotismo, el retorcimiento de la ley.
Todo eso lo encontramos en la vida ordinaria, pero es evidente que los políticos están más expuestos. Ellos lo han querido así. Tienen una gran ventaja con respecto a cualquier otra profesión, salvo la del futbolista o famoso en los que es más difícil la corrupción, los fieles. Los fieles se congregan en iglesias bajo las directrices del pastor. Si dices las palabras adecuadas, y no importa tanto la promesa como el énfasis, una multitud te seguirá sin exigirte cuentas. Hagas lo que hagas te serán fieles, salvo en casos muy particulares en los que se produce una crisis de fe.
Lo que ocurre estos días es extraordinario. Se está escribiendo en el aire un guion que nos desvela la trama. Las cortinas levantadas y en el escenario los personajes mostrándose en cueros vivos. Ningún guionista profesional podía imaginar una historia como esta. Hay pillos que han actuado sin pensar en ocultar sus trapacerías. Hay poderosos tan sobrados de poder que no han tenido precaución alguna para ver qué ocurría a su alrededor. Hay profesionales de la política que ejercían en su negociado sin ocuparse de qué ocurría en el de al lado, quizá pensando que el país estaba tan entretenido en asuntos formales como disposiciones de ley, pactos y coaliciones, distribución de cargos, disputa de competencias y demás, y, si no era eso, en las personalidades psicóticas de quienes nos gobiernan, fuera de foco las trapacerías.
Lo disfrutable de esta obra que se representa en directo es que la palabra la promesa la organización y la villanía son como la bola de plomo y la pluma que, en condiciones de vacío, se desploman todos al mismo tiempo ante nuestros ojos. En la farándula española hay los funcionarios políticos, los que hacen indistinguible el negocio privado del bien público, los casos de psiquiatra, los incondicionales del jefe, los que hacen de la política un ideologema, los que utilizan su función para que prosperen los negocios del marido o para colocar a su pareja, faltan los políticos tout court o faltaban hasta que ha emergido de la marisma el personaje que se vasta a sí mismo. Bárcenas era un chiste comparado con Ábalos: no necesita que alguien le convierta en guion, en sí concentra a Shakespeare, Molière y Calderón.
Suele suceder que al final los asuntos más turbios salen a la superficie porque lo que en realidad le va a la gente es la novelería, la carnaza erótica y criminal, las traiciones, la autodestrucción. Nos importa más eso que nos engañen, que nos roben, que se lleven por delante un país sin gobierno, que no se ocupen como prometen de organizar un futuro mejor.
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Musik. Always OnMy Mind (Clapton/ B. Walker)
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