Cuando abro los ojos, el sol tiñe de tonos anaranjados dos enormes alas de mariposa. Estoy tendido sobre un saco azul mirando a través del ventanal de la sala de Wi-Fi. Nos hemos acomodado en distintas salas para solventar la noche. El último día de nuestra aventura en las Torres del Paine el catamarán que debía recogernos para llevarnos al bus y este a Puerto Natales nos ha dejado tirados, sin alojamiento, sin comida, cansados y malhumorados.
Mientras esperábamos la llegada del catamarán, Nahualt un chileno de la rabia - en todos los países los hay, rojos y azules que se contrarrestan-, despotrica contra quienes le hacen la vida imposible a Boric. Con una labia propia de estas tierras, nos relata el llamado 'estallido social' entre octubre de 2019 y marzo de 2020, calles incendiadas, coches destrozados, saqueos, quema de vagones de metro y decenas de muertos. Piñera decretó el toque de emergencia; el país se sumergió en un proceso de cambio hacia ningún sitio, pues sucesivamente se redactaron dos constituciones de signo político opuesto y las dos rechazadas en referéndum. Nahualt es un retórico de los que no admiten réplica. Y su argumento principal es que a Boric no le han dejado, los muertos los ocasionó la extrema derecha, unas pocas familias controlan los medios y su poder impide la política correcta y necesaria de Boric. Nahualt es la contrafigura exacta del guia que tuvimos en Santiago, para quien las intenciones de Pinochet eran buenas, tras un periodo de caos en el que incluso Allende se valía de cuerpos militares o paramilitares cubanos.
La retahíla de Nahualt la interrumpen un guardia y la directora del campamento. Nos comunican la avería del catamarán, sin embargo, no aseguran que llegue un sustituto. El tiempo pasa entre la calma, la desorientación y la irritación. Tenemos dos guías muy jóvenes, no sobrepasan los 20 años. Mientras al grupo de norteamericanos le dan salas y posteriormente sacos de dormir, nosotros seguimos a la espera. Al final nos ofrecen un rincón imposible, lleno de butacas y mesas, en el que no podemos instalarnos, simplemente no cabemos.
Como cortesía, la directora nos ofrece un plato de lentejas que se autocalienta para pasar la noche. Hay una pelea sorda por encontrar un buen sitio para dormir. Consigo encontrar un rincón sobre una tarima en la sala de Wi-Fi, la sala más despejada y menos incómoda. Consecuencias de esa noche, o quizá del agua fría de los arroyos que bebíamos, hemos vuelto con fuertes constipados y hasta con neumonía.
Por supuesto, después de ver el sol salir al otro lado del lago, si quiero un desayuno me lo tengo que pagar al coste alto que valen aquí en las cosas.
A las nueve de la mañana llegó el catamarán reparado. Aunque cansados, desde su plataforma nos despedimos del espectáculo de las Torres del Paine. Vine a este viaje sin ninguna preparación. Últimamente lo suelo hacer, dejarme llevar. Si el mundo me reserva alguna sorpresa que llegue sin avisar. El Fitz Roy, el Perito Moreno, Las Torres del Paine eran para mí nombres sin apenas un concepto detrás o una imagen que la situaran en el mapa de mi mente. El primero y el segundo eran excursiones de ida y vuelta. El Fitz Roy un pico junto a un glaciar dentro de una cadena de glaciares. Un paisaje hermoso, pero no único porque después hemos visto otros incluso más interesantes. El Perito Moreno me lo imaginaba como un paredón del que se desprendían bloques de hielo, el barco te acercaba a través de un fiordo y aparecía una enorme pared en la que la naturaleza se rompía con estrépito. No es así, no una masa vertical, sino longitudinal con un frente no demasiado elevado y del que el hielo se desprende lentamente a veces sin darte cuenta.
Las Torres del Paine que ahora vemos alejarse son otra cosa. Forman parte de un macizo montañoso, del que emergen picos o masas graníticas en forma de torres de un color cambiante, según la incidencia de la luz, a las que se sobreponen picos de material metamórfico oscuro. La imagen más impresionante del parque, la más fotografiada, la más publicitada que atrae a los turistas es la de las tres enormes torres, la del Norte, la del Sur y la del Centro, casi lisas y verticales, erectas sobre un lago turquesa, pero hay más, lo que vemos ahora desde el lago Pehoé, los Cuernos Norte y Principal, el Almirante Nieto, la Fortaleza.
Si algún tipo de compensación debería ofrecérsenos, esta llegó con el vuelo desde Puerto Natales a Puerto Montt, un vuelo de casi 2 horas donde, a pesar de la turbina del motor que tenía al otro lado de la ventanilla, pude apreciar desde arriba la orografía patagónica. las Torres del Paine y otras muchas Torres que se le parecen, el Campo de hielo Sur y luego el Campo de hielo Norte, las cimas, los inmensos glaciares, lisos y quebrados, descendiendo sobre los valles, la mancha blanca sin fin y en sus márgenes, lagos azules o esmeraldas, un país diseñado por los titanes del hielo.
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