"Toda guerra es inmoral. Si dejas que eso te incomode, nunca serás un buen soldado" (Curtis LeMay, jefe del Comando Aéreo Estratégico).
Christopher Nolan dibuja en Oppenheimer a un presidente Truman insensible y psicópata, una suerte de doctor Strangelove, dispuesto a arrasar atómicamente un montón de ciudades japonesas para acabar con la guerra. Sin embargo, no fue Truman sino Eisenhower quien barajó la posibilidad, en varias ocasiones, de bombardear con la bomba preventivamente a China y en consecuencia a su aliado, la URSS, incluso se lo comunicó a ambos países.
Una vez construida el arma destructiva ya no eran los científicos ni los ingenieros que la habían construido quienes disponían de ella para su uso. Tras Hiroshima y Nagasaki, los científicos se dividieron entre quienes se plantaron y dijeron que ya bastaba (Oppenheimer), que se había conseguido el poder disuasorio, y quiénes se mostraron dispuestos a seguir una carrera por la construcción de bombas de mayor poder, capaz de destruir a la humanidad entera. Muchos científicos, entre ellos Von Neumann, algunos entusiástamente como su colega y compatriota (húngaro) Edward Teller, a quien se puede considerar el padre de la bomba H, y políticos de la administración planearon bombardear preventivamente a la URSS. Von Neumann se atrevió a predecir que "una guerra nuclear devastadora era inminente". "No debemos ablandarnos. La guerra debe ser destructiva y hasta cierto punto inhumana y despiadada", le advertía a Stimson, secretario de guerra, antes del bombardeo de la ciudad de Dresde, el comandante general de la fuerza aérea EEUU, Henry 'Hap' Arnold. Les pedía a los científicos que se diesen prisa en fabricar "explosivos más terribles y horribles de lo que nadie pueda imaginar". La guerra nuclear preventiva era una idea sorprendentemente popular en las esferas más altas del poder.
El desmadrado y eufórico ambiente desatado tras la destrucción de Hiroshima y Nagasaki, una operación sin consecuencias para sus ejecutores, fue recogido por Stanley Kubrick en la película Doctor Strangelove. Kubrick, a veces con frases literales de los científicos de la Rand Corporation y de la cúpula del Ejército del Aire, acentuando su caricatura, mostraba el entusiasmo orgásmico de los años 50 cuando las élites americanas creían haber desatado un poder que les convertía en dioses. Uno de ellos diría que en los 50 se vivió un 'orgasmo bélico'. Realmente llegaron a pensar que, con sus nuevos instrumentos, la bomba H y los cohetes teledirigidos, podían matar a veinte millones de personas y destruir cien ciudades para adelantarse a la URSS en una mezcla de disuasión y poderío que les convertía en los amos del mundo. Sterling Hayden, George C.. Scott y sobre todo Peter Sellers -en tres papeles distintos- muestran a militares y científicos que han perdido el juicio. Es memorable la escena del piloto del avión, Slim Pickens, a caballo sobre un misil dirigiéndose hacia el objetivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario