martes, 2 de enero de 2024

La religión como parodia

 



Nuestros antepasados se apareaban en lo oscuro con todo tipo de enigmas y hacían hijos de extraña apariencia’. Paul Valéry.


En algunos lugares del Imperio Antiguo de Egipto se transmitió la idea de que se podía ver el paraíso por dentro si uno se colocaba bajo un manzano en Nochebuena; en el Tíbet temprano parece que hubo la creencia de que los monos se habían convertido en los tibetanos después de que tomaran la costumbre de comerse el grano que caía del monte sagrado Sumeru. Los pobres de Haití creen hasta hoy que el barón Samedi abandona el Día de Todos los Santos el cementerio y se pasea por las calles con sus seguidores fumando y entregado al libertinaje, cantando con andrógina voz de falsete coplas mordaces. Entre los dorze del sur de Etiopía parece que existe la creencia de que los leopardos tienen días de ayuno y que por regla general los mantienen, aunque, sin embargo, es inteligente andar con cuidado todos los días. Entre los pies negros existía la costumbre de que un guerrero en una situación apurada se cortaba un dedo de la mano izquierda y lo ofrendaba al lucero del alba. Los barasana del río Uaupés, del norte de la Amazonia, creían que la Luna se componía de sangre coagulada, que bajaba algunas noches a la tierra para consumir los huesos de los hombres que habían mantenido relaciones sexuales con mujeres menstruantes. El año 1615 los jesuitas separaron el brazo derecho del cadáver de Francisco Javier, conservado en una iglesia cerca de Panjim, en Goa, y lo enviaron a Roma, donde, como instrumento de Dios en el bautismo de numerosos paganos de Asia, fue guardado y expuesto en un relicario de cristal y oro de la iglesia del Gesù. Al parecer, este brazo casi se le atrofia al misionero después de haber bautizado en 1544 en un mes a diez mil pescadores de perlas de la costa de Goa. En enero de 2018 unos fieles compraron para este relicario un asiento a bordo de un avión de Air Canada y le acompañaron durante un mes entero de una iglesia católica canadiense a otra, con la esperanza de que la cercanía del brazo, poderoso en salvación, “conmoviera” a tanta gente como fuera posible. Peter Sloterdijk. ‘Hacer hablar al cielo’.


No había, no hay, fabulación alguna que no fuera creída por alguien. ¿Has hecho la lista de los dioses a los que sacrificas tu razón?



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