martes, 12 de diciembre de 2023

Trenque Lauquen

 


Peleamos obstinadamente en nuestra vida de adultos por alcanzar apetencias hasta el punto de olvidarnos de nosotros mismos con tal de satisfacerlas. Placer poder confort. Sin embargo, semiescondida en algún pliegue de la mente está la necesidad de ser sorprendidos. Somos niños mientras no hemos perdido la capacidad de sorpresa. Que nos cuenten el mundo, que nos lo expliquen, antes de lanzarnos por nuestra cuenta hacia lo desconocido. Los adultos que no han perdido esa cualidad de la infancia son los descubridores. En ellos late la humanidad que se pierde.


Siempre es al final de año cuando encuentro las mejores películas. Estos días he tenido la suerte de descubrir dos joyas cinematográficas de las que nadie me había hablado. (También un par de libros de los que daré cuenta). Godland y Trenque Lauquen. Ambas son imperfectas, pero es propio de lo humano aspirar a la perfección sin llegar a conseguirla.


Hay que sentarse delante de la pantalla (Filmin) y entregarse como lo haría un niño que no percibe cómo el mundo cercano de sus sentidos se deshace para entrar en otro que su imaginación crea. Trenque Lauquen es una pequeña ciudad, más cerca de la Pampa que de Buenos Aires; el escenario, la llanura sin fin que la rodea: pocos árboles, matojos, algunas flores amarillas, una laguna redonda -es lo que significa Trenque Lauquen- en el centro de la ciudad y unos pocos personajes que aparecen como figuras recortadas o desprendidas de ese territorio indefinido, sin alma. Los personajes van subiendo al escenario, cada uno atado a un relato que se desgrana en sucesivos capítulos, cada uno con nombre en esta larga historia de 250 minutos en los que uno queda atrapado como en una ensoñación. Lo que sucede, la historia que se cuenta, alcanza sentido en el discurrir del relato, a medio camino entre el libresco Borges y el fantasioso Cortázar, por lo que yo aquí no la puedo contar para no romper la disposición del niño previa al encantamiento cuando el mundo desvela ante él su maravilla.


Sí que puedo decir que esta película está concebida con las artes de la narración, donde no importan la longitud ni la perfección formal ni el orden del tiempo ni la verdad de la trama sino el vuelo de la imaginación. No hacen falta disparos muertes violencia para entender el mundo, ni engendros humanoides para recrearlo; no hace falta entregarnos a las pasiones para satisfacer nuestras ansias; no es en el adolescente insatisfecho sino en el niño que hay en nosotros, para seguir con la genealogía de la personalidad adulta que propone Javier Gomá, donde palpita la humanidad creadora de mundos. Trenque Lauquen, una película argentina de Laura Citarella (2022).




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