jueves, 9 de noviembre de 2023

Tulsa King

 



Mientras Tulsa King funciona como un remedo, un torpe remedo, de las películas o series de gángsters, uno la ve con cierto disfrute, siempre que se ponga a buen recaudo la mente analítica. Los actores, empezando por un Stallone que no es un actor sino una presencia, son un remedo no ya de los inalcanzables Marlon Brando o Al Pacino y sus secundarios, sino de los secundarios de un Steve Buscemi o un Gandolfini. La trama es un corta y pega que los guionistas con dificultad creciente intentan hilar para dar continuidad a los capítulos y rematar, bastante mal, la temporada de una serie que se propone continuar. Armar diálogos que poner en boca de los actores, para que tengan algo que decir, debió ser tan trabajoso que el resultado se acerca al sketch cómico más que a cualquier otra cosa, involuntariamente claro. Pero lo que acaba de poner en un compromiso al espectador desavisado, lo que despierta su conciencia adormecida es cuando se sentimentaliza la trama, en medio de parlamentos que un chico de cuarto de la ESO escribiría si no con más maña sí con más honestidad.


En el capítulo final Sylvester Stallone habla a su tropa de forajidos inculcándoles valores de amistad, familiaridad y compromiso, recupera a su hija, hasta entonces indignada moralmente contra la ilegalidad y el crimen, y se ponen tiernos. Uno puede derrengarse a última hora de la noche delante de la pantalla de la tele a ver como en un videojuego cómo los buenos apalizan a los malos o los menos malos matan a los muy malos, pero es difícil soportar ver sentimientos genuinos en esa tropa, y totalmente insoportable verles hablar desde el púlpito televisivo de valores como si fueran misioneros del amor fraterno.


Taylor Sheridan es el rey Midas de la nueva plataforma de streaming SkyShowtime, también es el rey del pastiche. Pero hay pastiches con cierta dignidad y otros que no la tienen.






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