viernes, 10 de noviembre de 2023

Mirar arriba

 


Si miramos hacia adentro, la pantalla el ebook, no vemos la copa de las palmeras su alto tallo, la cotorra que picotea en lo que yo no veo, una cotorra que se hace bandada disparada cuando el tren llega a la estación; no vemos lo que dura, lo que sigue indiferente a nuestra partida.

El agitado presente, la belleza, la amenaza.


Si escribo no veo el óvalo perfecto, el cabello negro alrededor de su cara, ensimismada la chica que tengo delante, el breve instante en el que antes que nada es la representación de la belleza.


No soy inmune a la urgencia de fijarlo, de dejar pasar el cielo cobrizo y naranja, del sol tiñendo las sombras onduladas que se van deshaciendo.

Vivir y gritar la certeza de que existo.


No veo a nadie ansioso, agitado, nadie preocupado por el fin del mundo o de la época, no hay periódicos o libros en sus manos, en algunas hay pantallas, pero hasta donde llego no leen noticias. Rostros serios marchitos, los típicos rostros de primera hora hacia el trabajo; si algo ha cambiado es la fisonomía: africanos de densas y ensortijadas cabelleras, la gente hirsuta del este, locales de camino a su extinción.

Nadie habla sino en ligero murmullo.


Como se ve, pronto me he deshecho de cotorras y palmeras. La ciudad me absorbe hasta hacerme desaparecer en su inmundicia.


Mirar arriba, uno no imagina las sorpresas



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