viernes, 17 de noviembre de 2023

Miguel Servet y la ética de las convicciones

 



Miguel Servet fue detenido en Ginebra el 24 de octubre de 1553. El ayuntamiento lo declaró culpable de herejía y pronunció la sentencia más temida en toda la Europa medieval:


"Contra Miguel Servet del Reino de Aragón, en España: Porque su libro llama a la Trinidad demonio y monstruo de tres cabezas; porque contraría a las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes.


Por estas y otras razones te condenamos, M. Servet, a que te aten y lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas, y así termines tus días para que quedes como ejemplo para otros que quieran cometer lo mismo".


Servet, después de leer la Biblia y los textos de los Padres de la Iglesia, había llegado a la conclusión de que la Trinidad, un Dios en tres personas, era un disparate y que Jesús no era el hijo eterno de Dios sino una criatura nacida de una madre humana. También se opuso al bautismo infantil argumentando que las personas debían ser bautizadas cuando se uniesen a la Iglesia por propia voluntad. Denunciado anónimamente en Lyon, fue expulsado de Francia por mantener esas ideas y se encaminó hacia Italia, pasando por Ginebra, pues pensaba que era la patria de las nuevas ideas, donde predicaba su antiguo amigo, Calvino.

Miguel Serveto y Conesa, o Miguel de Villanueva o, en latín, Michael Servetus, había nacido en Villanueva de Sigena hacia 1509, en la actual Huesca. Científico, teólogo y políglota, fue un hombre renacentista, cuya atracción por el estudio y las ciencias (astronomía, meteorología, geografía, jurisprudencia, teología, física, matemáticas, anatomía y medicina, también la Biblia) lo llevaría a París. Antes había viajado en el séquito de Carlos V, asistiendo a su coronación en Bolonia. Atraído por las nuevas ideas teológicas, recorre media Europa para debatir con los reformadores, con quienes se enemista por defender la tolerancia y la libertad de conciencia. En París, y luego en Lyon, estudia y enseña medicina y matemáticas. En su libro teológico, Christianismi Restitutio, cercano al panteísmo -Cristo está en todas las cosas-, defiende sobre la base de las Escrituras, que Cristo era solamente humano, tesis que le ocasionaría la muerte. En el mismo libro, aparece la primera exposición en Occidente de la circulación sanguínea entre el corazón y los pulmones.


En Ginebra fue juzgado y condenado. Antes de ser ejecutado, un teólogo protestante, William Farel, le instó a que se arrepintiese para salvar su alma. Servet le pidió que le dijese un solo versículo de la Biblia donde Jesús se declarase hijo de Dios antes de su encarnación. Farel no lo encontró. Entonces llegó Calvino. Calvino y Servet habían sido amigos en París, habían defendido los mismos puntos de vista contra la Iglesia católica, se habían enviado sus respectivos libros, pero en lo que concierne a la Trinidad discrepaban y su amistad quebró. En el juicio en Ginebra contra Servet, Calvino estuvo de acuerdo en que merecía la pena de muerte, aunque indulgente solicitó que se le decapitase en vez de llevarlo a la hoguera. No fue así. El verdugo colocó en sus brazos su libro herético, Cristianismi Restitutio, lo ató a la estaca y prendió fuego a la pira. Servet mantuvo sus creencias hasta el final, grito: “¡Jesucristo, Hijo del Dios eterno, ten piedad de mí!” Hijo del Dios eterno, no Hijo eterno de Dios, esa era la diferencia inasumible para los calvinistas. Servet fue condenado por colocar la palabra 'eterno' en un lugar incorrecto de la frase. El fuego consumió su cuerpo. Castellio escribiría: "Matar a un hombre no es defender una doctrina: es matar a un hombre".



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