lunes, 9 de octubre de 2023

Esmirna/ Izmir

  


La tarde acaba en un escalón del puerto de Esmirna contemplando como el sol se hunde bajo el agua. Hay muchos turcos ociosos que hacen lo mismo; algunos con la cámara en mano, el caso de una chica vestida de negro de la coronilla a los pies; tres muchachos comentan cosas riendo desatentos al horizonte; un viejo pescador lanza su caña una y otra vez sin encontrar confianza en el lanzamiento. Un crucero abandona la bahía para adentrarse en el Egeo; unos cuantos ferrys llevan a los trabajadores de vuelta a casa en los barrios exteriores de la ciudad. Esmirna, la ciudad de Homero. Este mar no es del color del vino, como el autor de La Ilíada sugirió, más bien oscuro con rastros de la grasa que van dejando los barcos. Tampoco se puede decir que ahora sea una ciudad griega pues en 1923 gran parte de sus habitantes tuvieron que abandonarla.




Hay una clara disociación entre el mundo clásico que visitamos, grecorromano y de periodos anteriores, y las ciudades turcas en las que comemos y dormimos. De momento no me puedo hacer una idea sobre el alma turca, que es lo que uno desea cuando viaja a otro país. ¿Son turcos los turcos, es decir musulmanes obedientes y cumplidores, amantes de su patria y de sus mitos, o son hombres y mujeres escépticos como ocurre en general en Europa?




Esmirna, Izmir para los turcos, la tercera ciudad de Turquía, es otra cosa de lo que fue en el periodo clásico. Hoy es una enorme ciudad de más de cuatro millones de habitantes. Parece más laica que musulmana; la vida fluye por sus arterias; los restaurantes y el mercado están llenos; es caótica, aún por urbanizar ordenadamente. Lo que más se echa de menos es el cuidado de su patrimonio, en buena parte por desenterrar. Desde la altura de la fortaleza Kadifekale, o Castillo de Terciopelo, de la época de Alejandro y sucesores, se divisa su gran extensión, las colinas que la circundan: pequeñas casas destartaladas y los nuevos bloques construidos por el Gobierno; el puerto y el mercado y unos cuantos rascacielos en la parte llana de la ciudad. 


Esmirna, 'Un cabo pedregoso en el Mediterráneo, que no posee más que la lucha de su pueblo, el mar, la luz del sol, y la tradición de su amor por el humanismo' (Yorgos Seferis, poeta griego de Esmirna, al recibir el premio Nobel en 1963)




Él agora debió ser impresionante cuando Marco Aurelio terminó los trabajos iniciados en época helenística bajo el monte Pagos. En su actual fase de excavación se aprecia el nivel más bajo de los tres que tenía, una serie de arcadas que sostenían el entramado superior, el sistema de alcantarillado y distribución del agua.




Desde el punto de vista de la visita hoy ha sido menos exigente que otros días. Hemos aprovechado para comer rico pescado en el interior del mercado Kemeralti, pasear por el Kordon (paseo marítimo), incluida la bonita torre del reloj, ver la mezquita Hisar en el centro del bazar y hacer una visita al viejo barrio sefardí, un barrio de aire pequeño burgués con algunas casas y calles restauradas al que se accede mediante un ascensor. Un barrio que no se acomoda a la imagen que nos hacemos de la Turquía moderna.


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