martes, 26 de septiembre de 2023

La noche ya le ha robado un minuto al día


Es verdad que acabo de cambiar de ciudad, que la luz se hacía más limpia a medida que el tren iba como en un balcón mostrando el campo, también menos poderosa, más otoñal; es verdad que las sombras nocturnas han empezado a ganarle la partida a la luz; es verdad que a esta hora ya se echa la tarde, que los días de tren apenas cuentan, que la historia enmudece ante tanto paisaje, la gente estática en sus asientos; es verdad que el cielo es tan pálido como la camiseta de fútbol argentina, que el avión que ahora pasa por encima de la plaza es una esquirla de luz en un océano sin nubes; es verdad que esta no es una ciudad mediterránea, que la gente no brinda en las terrazas; es verdad que tengo el monte a mis espaldas y el ocaso se precipita más rápidamente;


pero me ahoga este silencio que enmudece las calles y las plazas, esta falta de dinámica en las gentes que van a no se sabe dónde, los gritos apagados, tanto que no parecen gritos de niños jugando al fútbol; el vacío que veo a mi alrededor, en las tiendas, la farmacéutica que a nadie atiende, las madres solitarias que empujan el carrito de sus niños, tanto espacio vacío sin nadie que lo llene me estremece,


qué está pasando que no veo sonreír a nadie 



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