martes, 9 de mayo de 2023

Hijos del Tercer Reich

 



1941, Alemania. Cinco amigos se reúnen en un bar para celebrar la despedida de dos de ellos que se dirigen al frente oriental. Dos hermanos son militares obligados, un tercero es un judío hijo de sastre, una chica ha decidido convertirse en enfermera y pronto se incorporará al frente y la otra es la camarera del bar donde se reúnen y piensa que alguna vez será cantante. Quedan en reunirse por Navidades porque para entonces la guerra ya habrá terminado. La serie nos mostrará las peripecias de los cinco durante los cinco años de guerra.


Es una historia dura y bien contada al estilo de Hermanos de sangre. Escenas realistas de la dureza de la Guerra, estudios psicológicos de personajes a los que la guerra transforma, la normalización de la muerte y el asesinato, la corrupción de la mente que una idea extrema opera, el sufrimiento, el dolor, la tragedia.


La serie pretende ser realista pero no es un sesudo ensayo historiográfico. El mundo conceptual en torno a la Segunda Guerra Mundial es inabarcable. No es un estudio sobre el nazismo y la sociedad alemana, aunque se muestra el envoltorio, la atmósfera en que se combate y se vive. Muestra la reacción de un conjunto de personajes en una situación límite, una guerra impregnada de fanatismo en la que uno se ve obligado a hacer cosas que de otro modo no haría. Pero no se dejan cosas en el tintero como en otras ocasiones: la brutalidad de los combatientes estuviesen en uno u otro lado de la trinchera; el antisemitismo que estaba extendido por toda Europa; la inhumanidad que aflora en los mejores.


El mayor interés que tiene esta miniserie de tres capítulos de hora y media cada uno es que es alemana. La mayor parte de películas y series que hemos visto sobre la guerra y el Holocausto son americanas, algunas europeas, pero raramente alemanas. Tras varios años de adoctrinamiento y nazificación un porcentaje alto de la sociedad alemana estaba nazificada. Cuando Hitler convocó las últimas elecciones, el 52,4% de la población alemana votó por el nazismo, pero otro 47,6% no lo hizo. ¿Era posible la resistencia? ¿Era posible pensar y ver el mundo de modo diferente? Es una pregunta urgente que debería estar en el centro del debate para aquellos lugares donde se impone una forma unificada de pensar, donde se crea una atmósfera tóxica en la que uno se ve obligado a respirar. En España tenemos lugares así. Lo primero es darse cuenta, lo segundo denunciarlo y lo tercero enfrentarse a ello. No se está haciendo.



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