Ahora que la primavera está en su apogeo nos gusta salir a la calle, pasear, charlar en una terraza con amigos, impregnarnos del ímpetu de la naturaleza. Como el sol que amanece y desaparece en el atardecer, la vida del hombre forma un arco. Hay unas horas centrales de plenitud. Hemos ido ensanchando esas horas, vivimos más, disfrutamos más que nunca, el trabajo es menos oneroso, pero aunque somos más fuertes contra las enfermedades estas no desaparecen. Hay una humanidad que sigue haciendo ofrendas al sol, pero hay otra que esconde su dolor en la oscuridad. Sandra (espléndida Lea Seydoux) es una mujer que está en su plenitud: es una joven madre atractiva, vigorosa, exultante. Aunque su piel es blanca la luz redondea sus formas, pero la sonrisa no le acompaña. Como todos a cualquier edad , Sandra piensa, en el inicio de sus cuarenta, que ya es demasiado mayor, que la vida se le escapa. Su padre, un profesor de filosofía, tiene una enfermedad neurodegenerativa, la enfermedad de Benson. Sandra asiste impotente a su ruina mental, a su traslado a distintas instituciones hasta apartarlo en una residencia de ancianos donde todos son mayores que él. Sandra tiene un amigo del que se enamora apasionadamente. El amor es mutuo. Durante una temporada son felices. Se besan, intercambian fluidos, el gozo de los cuerpos fundidos. Pero su amigo está casado, tiene familia, una hija, como ella, y no es capaz de dejarla para iniciar una familia nueva con Sandra.
La vida florece y se marchita. Nadie es inmune. La cerveza en la mano, la charla con los amigos, el paisaje que contemplamos desde lo alto de un monte, el cuerpo apretado de nuestro amante contra el nuestro son momentos fugaces que luego contemplamos en el recuerdo con melancolía. ¿Cuánto dura la vida verdadera? ¿Cuánto la decadencia?
El padre de Sandra llevaba un diario en un cuadero titulado 'Un beau matin'. Sus últimas anotaciones eran únicamente la fecha del día, la escritura se iba degradando hasta convertirse en garabato. Cuando aún estaba lúcido dejó escrito que lo que se le hacía insoportable era no poder seguir leyendo, pues esa era la actividad a la que dedicaba la mayor parte de su tiempo, leer. Ahora cuando habla con su hija su discurso es inconexo, la realidad huidiza, su mente niebla.
La película está montada con ese estilo tan francés de 'les tranches de vie', los retazos de una vida: un mosaico de pequeñas escenas que en conjunto pretende organizar el sentido de una vida, una vida que no parece tenerlo. Cuesta aceptarlo pero no hay más que momentos fugaces rodeados de enfermedad y pena. Ve a verla, el placer del reconocimiento.
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