miércoles, 12 de abril de 2023

12. Final. Nënë Teresa frente a Tayyip Erdogan

 



El 60 % de los 2,8 millones de habitantes de Albania son musulmanes sunitas, el 10% católicos y 7% ortodoxos, sin olvidar la importante minoría de los bektashístas sufitas, el 2%. El dictador prohibió por ley la religión y proclamó a Albania, en 1967, como primer país ateo del mundo, destruyó los templos y persiguió al clero. La práctica de la religión volvió de nuevo en 1991.


Si el dictador quiso hacer tabla rasa del pasado para empezar una civilización desde cero, hoy prevalecen los templos musulmanes, rescatados de las ruinas, por la sensación de mayor autenticidad, aunque hayan sido reconstruidos ex novo, sobre las catedrales católicas u ortodoxas que no pueden obviar un aire de pastiche arquitectónico. En la competición religiosa, por el momento, participan los ciudadanos albaneses ansiosos por ceñirse una identidad tras el uniformismo ateo impuesto por Enver Hoxha. 




En Tirana, el Domingo de Pascua tan llena estaba la Catedral Ortodoxa de la Resurrección como la católica. En la primera sonaba magnífico un coro de monjes, bajo la buena acústica de una gran cúpula, tan moderna (de 2012) como las imágenes del iconostasio, las escenas de la vida de Cristo en las pechinas y el vigilante Pantocrátor en lo más alto. Desde muchos puntos de la ciudad se ven la cúpula de 32 m de altura y el campanario exento de 46. Menos impresionante es la Catedral católica de San Pablo, consagrada en 2002, aunque quizá más significativa de esta época de transición en la que los dirigentes políticos quieren sustituir al monstruo Hoxha por la santa Nënë Teresa, a la que se muestra en una estatua exterior y en una gran vidriera interior en la que aparece junto al Papa Juan Pablo II. También el aeropuerto internacional de la ciudad lleva el nombre de la nueva santa.




Van ganando los musulmanes. Turquía quiere aparecer como el gran padrino de Albania. Por todo el país hay mezquitas con minaretes blancos, pero fue en Tirana donde Recep Tayyip Erdogan, en 2015, puso la primera piedra de un monumento llamado a perdurar. En el corazón de Tirana se levanta la mayor mezquita de los Balcanes, con cabida para 5.000 feligreses, cuatro minaretes blancos de 50 metros de altura y una cúpula de 35 metros. Ha costado 30 millones de euros. Parece trasplantada de Estambul. Hay que recordar que el arquitecto de la famosa Mezquita Azul, construida a principios del XVII, fue un albanés, Sedefkar Mehmet Aga.


Albania formó parte del Imperio Otomano desde finales del siglo XIV hasta su independencia en 1912. Empresas turcas han invertido miles de millones en telecomunicaciones banca y energía, aunque el sueño proclamado de los políticos albaneses es entrar en la UE.




Pero es en las viejas mezquitas musulmanas donde se preserva lo mejor de la arquitectura albanesa. Como la de Et'hem Bey, ubicada en la plaza de Skanderbeg, en el centro de Tirana. Aunque construida entre 1794 y 1821, su humildad es su mayor valor, de planta cuadrada y un único volumen como sala de oración, cubierta por una cúpula profusamente decorada con motivos florales y geométricos, un pórtico frente a la plaza, con pinturas en el exterior que representan árboles, cascadas y puentes y un minarete exento. Cerrada durante la dictadura, fue un hito su reapertura, en los estertores del régimen, cuando se reunieron 10.000 personas para orar y vindicar la libertad religiosa. Era el 18 de enero de 1991 y dio comienzo a la imperfecta democracia albanesa. Frente a la mezquita, hoy luce la desangelada gran plaza de Skanderbeg en lo que antaño fue el gran bazar con, a un lado y al otro, las dos grandes mezquitas desaparecidas. La mezquita de Et'hem Bey apenas despunta, hoy, opacada por las feos rascacielos que se construyen detrás. Enfrente, al fondo de la plaza, el Palacio de Cultura que el pueblo soviético regaló a Albania, antes de que rompieran relaciones.




Faltaban unas horas para despedirnos de Tirana, cuando en un paso de cebra Carmelo retuvo unas milésimas la mirada golosa de la acompañante de uno de esos matoncillos que calzan un coche de alta gama de tercera o cuarta generación como si vistiesen un Armani. Todo albanés cobija en su interior la imagen de un Skanderbeg orgulloso. A punto estuvimos de vernos envueltos en un incidente internacional.


Todos los mitos acaban mal, el Cid albanés medieval termino en cinco siglos de dominación otomana, mutado en en partisano antifascista prolongó una dictadura de casi cincuenta años. Aquí, en España, los media han elaborado una mitología en torno al albanokosovar violento asaltacasas. Esperemos que ese mito se disuelva en el pacífico albanés ciudadano de la Unión Europea.




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