martes, 11 de abril de 2023

11. De la cueva de Pëllumbas a los búnkeres de Enver Hoxha

 



Volvemos a subir a las laderas de Dajti, la cadena montañosa cercana a Tirana. Esta vez para visitar la Cueva Negra de Pëllumbas, una cueva kárstica de interés geológico y en la que se encontraron restos del Paleolítico. Al ser uno de los lugares más visitados del país tanto por turistas como por colegiales, las huellas del pasado son invisibles por el desgaste al que la someten los visitantes. Lo más interesante es sin duda la aproximación a la cueva desde el pueblo de Pëllumbas por el desfiladero de Skorana que la erosión del río Erzen ha ido abriendo.



Después de comer en una granja cercana al pueblo de Pëllumbas dedicamos la tarde a visitar el gran búnker que el dictador se construyó bajo la superficie de la capital. Qué mejor para acabar el viaje que visitar en el mismo día la cueva prehistórica y los búnkeres que el dictador se hizo construir. Se podría trazar un búnker imaginario desde la prehistoria de Pëllumbas hasta el gran búnker de Tirana, a finales del siglo XX, para metaforizar la desgracia del pueblo albanés.



En septiembre de 1952, la Asamblea Popular promulga un código penal en el cual se aplica la pena de muerte para cualquier persona mayor de 11 años encontrada culpable de conspirar contra el estado, perjuicio a la propiedad estatal o comprometido con el sabotaje económico”.


Enver Hoxha

Del dictador quedan décadas de horrible memoria, un país devuelto a la pobreza y a la uniformidad, el delirio adanista de un iluminado que fusionó la utopía con un poder unipersonal. Asoló el país, el alma de las gentes, sin construir nada a cambio. Nada queda de él en la memoria sino muerte y destrucción, salvo una pirámide a medio construir, diseñada por su hija y que había de ser el túmulo del dictador, a la espera de ser 'resignificada'. También en las laderas de este país montañoso miles de búnkers de hormigón contra enemigos que nunca llegaron dan fe de su paranoia. Después de que el Pacto de Varsovia invadiera Checoslovaquia en 1968, Hoxha respondió retirándose oficialmente de la alianza y lanzando su propia revolución cultural estilo chino para mantener la pureza ideológica (eliminó los rangos militares, redujo a la mitad los sueldos de los oficiales de la administración y del ejército y llevó a trabajar al campo a los funcionarios, colectivizado el campo hasta las regiones montañosas más remotas), sembrando el país de búnkeres ante el miedo a que el bloque soviético lo invadiera. Unas 300 mil piezas en forma de iglú y fortines tapizan el subsuelo albanés. Las iglesias, mezquitas, monasterios e instituciones religiosas fueron convertidas en almacenes, graneros, gimnasios, escuelas o talleres. Albania fue declarado primer estado ateo del mundo. También en la ciudad se hizo construir dos grandes búnkeres antinucleares para que el dictador, familia y secuaces pudiesen quedar a resguardo del Armagedón.



En uno de esos búnker, en el subsuelo de Tirana, se ha creado una especie de museo del horror. En los habitáculos que fueron cámara de tortura se muestran fotografías vídeos expedientes listas de perseguidos y torturados. Paseando por sus entrañas en una tarde de domingo uno tiene la impresión de entrar en una vieja película de los años 50 más que en una geografía verdadera del horror. Me llaman la atención las imágenes estilo nodo del conde Ciano entrando en Tirana, siendo recibido por el rey Zog (clicar), con un público entregado brazo en alto, en 1936, antes de que, en 1939, las tropas italianas de Mussolini se adueñaron de Albania. Qué poco se tarda en pasar de la dictadura de un color a la del otro. Probablemente muchos de los que estiraron el brazo con la mano abierta la cerraron luego para formar un puño.


La dictadura de Enver Hoxha duró de 1944 a 1985; le siguió la dictablanda de Ramiz Alia hasta 1992.


Casa de Enver Hoxha

A pie de calle, en el que fue acorazado barrio del régimen, quedan algunos edificios de estilo soviético: la universidad Politécnica, el Parlamento, la presidencia de la República. Extrañamente, la casa particular de Enver Hoxha escapa a ese formalismo y se muestra como una casa burguesa de ladrillo no especialmente significativa. No sé cómo es por dentro, pero la intención está a la vista, quería mostrarse como uno más del pueblo. Igualmente humilde es el edificio de dos plantas de ladrillo visto que fue la sede de la Sigurimi. Nadie diría, en la soleada mañana de este lunes de abril, en que sus puertas permanecen cerradas, y solo los grandes paneles sobre el muro que protege la casa del exterior avisan de los horrores que se cometieron en su interior, que este era el corazón del régimen. También escapa a la arquitectura ramplona del sovietismo lo que hoy es el Xheko Imperial Hotel, un lujoso edificio con formas que remiten a los años dorados de comienzos del siglo XX, aunque fue construido en 1992.


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