jueves, 6 de abril de 2023

06. Gjirokastër, la de las mansiones otomanas

 


Comenzamos y acabamos la visita de tres días en dos de las imponentes casas que se ven desde cualquier rincón de la ciudad por sus llamativas torres, sus tejados cubiertos de lajas de piedra oscura y alerones que podrían parecerse a un samurai armado listo por el combate. De hecho basta que aparezca la palabra 'otomano' para que de inmediato surja una batalla en la imaginación, valerosos guerreros y sanguinarios dictadores.



Las casas torres, como la de Zekate y la de Skenduli, llamadas kule, eran propiedad de oficiales o grandes terratenientes del Imperio. En ellas almacenaban sus exacciones, recibían a dignatarios o disfrutaban en familia de sus tropelías. Vistas hoy, con su planta de verano y su planta de invierno, sus troneras, bodegas y despensas, desnudas o adornadas con alfombras, pinturas, cojines y aparejos, lucen amables y pintureras pero frías e incómodas, con una amabilidad de no más de cinco minutos para ver desde sus amplios balcones de madera las bellas perspectivas sobre el valle del río Drin y las montañas ahora nevadas. 




Ni siquiera sus interiores alfombrados, la luz tamizada por visillos, techos y puertas labrados por los mejores ebanistas y artesanos, pintores, vidrieros, herreros, pintores del detalle diferente para los salones de los hombres y las salas de las mujeres, los bancos corridos a ras de suelo, invitan a quedarse mucho tiempo en la posición en cuclillas común a los otomanos. Lo que entonces eran lujos extremos, nos resultan hoy de una incomodidad también extrema. 




En torno a 200 de estas casas están protegidas como bienes patrimoniales. Compartimos la visita a la kule Zekate con un tranquilo zaragozano que viajaba solo pero con muchas ganas de hablar. Tan interesante como el desconocido patrimonio albanés que iba rastreando eran sus aventuras para buscar vehículos que lo llevasen de una a otra población, siempre con riesgo de quedarse varado en medio de la nada.



En lo más alto, la ciudadela, con magníficas perspectivas, domina la ciudad. Aunque su construcción data del siglo XVIII está llena de historia. Es un museo militar con una colección de armas -piezas de artillería- confiscadas por la resistencia en la Segunda Guerra Mundial. Se conservan en perfecto estado las mazmorras por si alguien quisiera volver a utilizarlas, como lo hicieron sucesivamente los otomanos de Alí Pasha, el rey Zog o el régimen de Enver Hoxha.



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