Una película más que salió trasquilada en la última edición de los Oscar. De las seis nominaciones no consiguió ninguna. Ni Siquiera Cate Blanchett pudo con el infantilismo mimético de los votantes. ¿Cómo es posible que alguien piense que en el año pasado hubo una actriz que lo hiciera mejor que Cate Blanchet en esta película? Todo gira a su alrededor en la peli. El tema que desarrolla es el abuso del semidiós/semidiosa que en lo más alto distribuye a voluntad el poder entre sus subordinados y, posteriormente, su caída en desgracia -cancelación- por no saber entender el espíritu de la época. Uno piensa rápidamente en Plácido Domingo, incluso se le menciona de pasada. Pero la película es más y menos que eso. En realidad es un biopic, una biografía, de un artista imaginario. El personaje que representa Cate Blanchet es el de una directora de orquesta en lo más alto de su reputación. Comienza con una larga entrevista en un escenario ante un público volcado donde se realza su personalidad, sus dotes, su éxito. Una vida que culminará con la grabación de la sinfonía más grande de su compositor predilecto, Mahler, la quinta. El muy largo metraje de casi tres horas va alternando los ensayos de la sinfonía en la sala musical por excelencia, la Filarmónica de Berlín, con la vida privada del artista: su vida de pareja con una violinista y una niña adoptada, la relación con su asistenta, sus clases de dirección en el Julliard neoyorquino, su participación en concursos, la selección de director asistente en la Filarmónica y de la solista para el concierto de cello de Elgar, en todos los casos imponiendo la autoridad que le da ser una directora aclamada. Por allí por donde pasa va dejando almas heridas, los postergad@s tras sus protegidos, de quienes espera una compensación sexual.
No sé si la película es buena o mala pero no existiría sin la interpretación absorbente de Cate Blanchett. La seguimos allá por donde va con los ojos enamorados, como seguimos al artista que nos seduce con su obra; ha alcanzado tal excelencia que la tomamos por una semidiosa, es decir, nos sucede a nosotros beatos espectadores lo que les sucede a los personajes secundarios de la trama en la película, que caemos en las redes sentimentales o pasionales del artista, justificando con nuestra adoración sus tropelías. ¿O no perdonamos a Picasso, a Woody Allen, a Pablo Neruda, a Plácido Domingo, a Rafael Alberti sus vidas poco ejemplares, hipnotizados por sus deslumbrantes obras? ¿Puede separarse la obra de la vida del artista?
To Leslie
Sobre la necesidad de afecto va esta película con una candidatura frustrada a los oscars. A una mujer le toca la lotería y se transtorna. Se embarca en un negocio ruinoso, abandona a su hijo y a su familia, se da a la bebida y se convierte en un desecho humano. Cuando todo está perdido, hasta la propia casa, y se ve durmiendo en la calle, acude a su hijo y luego a su familia, pero nadie está en condiciones de poder rescatarla. Vuelve otra vez a la noche oscura, al frío de la calle, a la desposesión. Hasta que de la noche surge lo inesperado, un hombre se apiada de ella.
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