“Cuando el antiguo orden se desmorona rápida y drásticamente, la época dorada da paso a una época de hierro: si no hay comunidad no hay nada que desafiar, nada que alimente el dinamismo, si no hay nada sino transgresión, no hay nada que dé a los actos de transgresión el sentido común, la sustancia y el significado que los convierte en algo más que simple autoindulgencia”. (Ross Douthat citando a Robert Nisbet)
Buena parte del éxito de la Transición y del optimismo de la generación boomer, implicada en el tránsito hacia un país moderno, con Europa en el horizonte, se debió a la potencia de las figuras a derrocar. Franco era una imagen más poderosa y real que el hombre que la sustentaba. La propaganda del régimen al unísono con la de la oposición hicieron un coloso del hombrecillo del Pardo. Lo mismo había sucedido en Europa con otros líderes menos nefastos pero igualmente poderosos como Charles De Gaule, Margaret Tatcher o Ronald Reagan.
Ahora no existen tales figuras. Cómo construir una personalidad rebelde, destructora y constructiva a la vez, frente a líderes licuados como Mariano Rajoy, ZP o Joe Biden, o frente a liderazgos espectrales como Macron o Boris Johnson -el propio Trump era un trampantojo- o frente esa réplica de sí mismo que se repite incansable en los sucesivos e interminables pantallazos de su propio espejo que es sánchez.
Para comprender la tiritona de este tiempo huérfano no hay como contraponer la figura de Adolfo Suárez o de Felipe González a la de Franco. ¿Cuál es la Némesis a la que se enfrenta Sánchez? ¿Qué figuras podrían derribar los jóvenes actuales? Solo derriban figuras de bronce de un pasado remoto.
No hay verdaderos debates en la cancha política porque no hay ideas fuertes enfrentadas con respecto a qué construir. En la discusión política, todo huele a habitación rancia sin ventilar con gritos inaudibles tras las paredes afelpadas. No hay una tensión agonística entre dos modelos como para construir algo sólido, solo populismo con ideas espantajo sin ningún atractivo social: ¿el procesísmo catalán qué pretendía, qué fue de él?, ¿la coalición variopinta del gobierno, con su ley trans para unos pocos, a qué mayoría puede entusiasmar? Quizá Putin para Europa (especialmente, claro está, para rusos y ucranianos) sea el coloso a derribar. Solo un 5% de la población rusa se opone al régimen de Putin; esa es la diferencia que hace que una generación se convierta en heroica.
Los fascismos y los comunismos hace mucho tiempo que dejaron de existir, pero los politicuchos del populismo necesitan sus espectros para tener algo contra lo que simular: espectros es lo que necesitan porque no tienen nada que ofrecer a cambio. No tienen ningún plan que ofrecer frente al dominio del liberalismo contemporáneo. Fukuyama tenía razón.
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