miércoles, 15 de febrero de 2023

Filosofías indias. V Liberación

 


Cuando tu alma haya pasado más allá de la

selva de la ilusión, ya no se tendrá en cuenta

lo que se enseñará ni lo que se ha enseñado…

cuando abandones la enseñanza tradicional tu

ser permanecerá constante y firme en la visión

del Ser, entonces alcanzarás la unión con Él

Bhagavad Gita, VI: 34-35 y II 52-53.


Ni siquiera hay que mirar hacia el Kiril de Moscú, el patriarca cleptócrata y ofensor de Ucrania, no ha florecido lo mejor de la humanidad en la cátedra de san Pedro, apestan los predicadores evangelistas, un fondo negro el corazón del islam, para detestar la religión. La religión histórica se condena a sí misma. Y, sin embargo, es admirable su persistencia en la atención de los humildes. Era un viernes, a las siete de la mañana, cuando me llegaba un canto alegre de voces juveniles de una iglesia cristiana, imponiéndose ligeramente al ruido de la ciudad. Sí, en partes de la India florece el cristianismo. Era en uno de los canales de Cochin, en Kerala, me detuve y me dejé llevar por un sonido que tenía la consistencia del espejismo, raptado por la música. Qué es el arte, la música, dónde nace la poesía. Por qué lo separamos del resto de la obra humana, por qué nos detenemos y escuchamos. Sabemos distinguirlo y admitimos que hay un núcleo de misterio en lo que cautiva nuestra atención hasta abandonarnos. Sí, es cierto que cuando la vemos repetida, copiada, la obra pierde su aura, pero seguimos mirando en otro lugar porque queremos que la experiencia se repita, o volvemos al lugar donde fuimos tocados. ¿No existe un parecido misterio, un aura de incomprensión, un hechizo del que no nos apartamos en la religión, del que deseamos participar?






Si el karma ha sido bueno, a los indios atrapados en el samsara, el ciclo de nacimientos y renacimientos, les espera la moksa, la liberación de las cadenas de la vida en el mundo, el bien supremo. Ahí vuelven a coincidir los diferentes sistemas de la filosofía hindú, el budismo y el jainismo. En las escuelas vedanta, la moksa es el resultado del conocimiento de la identidad entre el Brahman, el principio divino, y el atman, el yo individual, superando la falsa identificación del purusa, el yo perdurable, con el cuerpo. La tradición budista lo denomina el Nirvana. En general, la salvación procede de la iluminación. En primer lugar nos liberamos de la visión errónea del mundo, lo que conduce al perfeccionamiento moral hasta llegar a la inacción absoluta que impide el renacimiento y, por ende, también el dolor y el sufrimiento. En sánscrito, nirvana significa literalmente ‘apagar’. El sabio iluminado se compara a veces con una llama apagada por el viento. Paradójicamente la salvación es asimismo la extinción: "El nirvana es, pero no el hombre que lo busca. El sendero existe, pero no el viajero que lo recorre". Lo que se extingue cuando logramos la iluminación no es el yo, sino la ilusión del yo.


El subcontinente indio ha sido modelado por su filosofía que parece indistinguible de la religión revelada en los Vedas: la percepción intuitiva, las escrituras reveladas, una lógica altamente desarrollada, la tradición y la observación. Por encima de la razón está la percepción directa de la realidad, pratyaksa. Ver de ese modo solo unos pocos grandes maestros -rishis- lo pueden hacer, de ahí una cultura de la deferencia hacia el maestro o iluminado. Los filósofos no crean ideas nuevas sino que explican mejor las viejas con ingenio y creatividad. El objetivo de la filosofía india, como la cristiana, es la salvación y cómo alcanzarla. Vivimos un mundo de apariencias, nuestros sentidos nos engañan. Mediante la meditación podemos serenar nuestra mente, silenciar nuestros sentidos, aguzar nuestra atención y ver las cosas como realmente son. Se requiere disciplina corporal e intelectual, una postura y una respiración adecuadas.



El yo convencional es ilusorio, un flujo de experiencias, un haz de percepciones que carece de esencia perdurable. Lo verdadero es el Brahman, el yo universal del que somos parte. Los budistas, por contra, creen que tampoco existe ningún Brahman. La filosofía india es cosmogónica, señala Julian Baggini, ofrece una visión holística de la realidad en la que la ética, la metafísica y la epistemología se combinan en un sistema explicativo integral. El karma, las acciones y los pensamientos generan buenas o malas consecuencias para la gente. La creencia en la reencarnación está generalizada. La creencia en la elusión del mundo material y en una liberación posterior fomenta una ética del desapego. Nunca es bueno otorgar excesiva importancia a la riqueza o los placeres efímeros. Quiénes alcanzan la moksa o el nirvana trascienden tales preocupaciones.



¿Cree el indio de a pie en esas cosas, como el cristiano en la resurrección de los muertos? Cuando visitaba el impresionante Templo Brihadisvara, en Thanjavur (Tingore), una de las maravillas de la arquitectura chola junto a los templos Gangaikonda Cholapuram y Airavatesvara, construido en solo siete años por el emperador chola Rajaraja, I, entre 1003 y 1010 e. c. tuve la sensación de amplitud y profundidad, moteada por el color de los hindúes que lo visitaban, no la de una iglesia humilde sino la de una gran catedral o la basílica del Vaticano, obras humanas que quieren sobrepasar los límites, manifestaciones del poder sin duda alguna, pero también del intento del hombre por alcanzar algún tipo de trascendencia. ¿Qué sienten los hindúes cuando acuden en familia a recibir la huella de ceniza en la frente y la unción del fuego en el cuerpo, con sus vestidos más lujosos y una alegría espontánea, que no se ve en la calle, de la que quieren hacerte partícipe?




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