domingo, 26 de febrero de 2023

Buenas malas leyes

 



Nunca se sabe cómo las leyes bienintencionadas pero poco realistas van a resolver un problema económico o reformar la sociedad en el sentido que los legisladores desean. Estamos en un período de profusión legislativa: la ley del sí es sí, la ley trans, el control de precios del alquiler.


En la historia hay muchos ejemplos de cómo la promoción de leyes aparentemente beneficiosas para un sector social acabaron por hundirlo. Hacia 1700, cuando comenzaba la revolución industrial en Gran Bretaña, el Imperio Mogol de la India, que para entonces estaba bajo el control de la Compañía de las Indias Orientales inglesa, era el mayor fabricante y exportador de bienes del mundo. Sus tejidos de cretona, algodón y calicó eran baratos y provocaron una revolución en el consumo en la Europa crecientemente urbana. La industria artesanal británica que producía prendas de lana puso el grito en el cielo.


Pastores, tejedores, tintoreros e hilanderos de la mano de políticos locales obligaron al Parlamento a dictar la primera de las leyes del calicó, que primero restringieron y luego prohibieron la importación y venta de productos acabados de algodón. Lo que parecía una victoria de los trabajadores de la economía tradicional acabó siendo su ruina: el algodón en bruto de las plantaciones esclavistas de Norteamérica inundó el mercado para llenar el vacío. Fue el impulso definitivo para las fábricas textiles, a la vez que destruían por completo la industria textil artesanal.


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