viernes, 27 de enero de 2023

Tanjore (Thanjavur): Palacio y Biblioteca Saraswathi Mahal - Kumbakonam: Templo de Sarangapani 19

 


Iniciamos la mañana en Tanjore y acabamos el día en Kumbakonam.

Entrar en la Basílica del Vaticano la primera vez sobrecoge. Ante la amplitud del espacio, la altura de las bóvedas, los detalles de los materiales, la extraordinaria factura de los objetos que contiene, aún sin poner nombre a los maestros que colaboraron en la obra hasta convertirlo en arte, uno que viene de la sencillez de un pueblo castellano tiende a conceder que allí hay algo más que mera obra humana. Esa impresión la he tenido hoy, por primera vez en este viaje, ante el Templo Brihadishvara de Tanjore. Es fácil dejarse llevar por los prejuicios y pensar que allí no hay nada más que manifestación del poder. Con ser cierto, en el Vaticano y en Tanjore, una pasión superior debió mover a quienes promovieron ambas obras. Una necesidad superior a la mera representación del poderoso. Por primera vez me he sentado en un corredor frente al santuario principal, situado en el centro del gran patio del templo, y me he dejado llevar por las amplias perspectivas, por la profundidad del espacio, por la armonía del conjunto que no es arquitectura muerta sino plenamente viva por la gente que acude al santuario para dejarse imprimir una huella en la frente y después pasear por el patio y hacer una ofrenda floral ante Ganesha o en el santuario lateral de Parvati, con una alegría que no se ve en el exterior de la ciudad.




Tendemos a pensar que la arquitectura la escultura incluso la pintura son programas inducidos por el poder, podemos descifrar su lenguaje, sus referencias, la procedencia de sus motivos, pero si escuchas la música que acompaña las ceremonias, como esta que suena ahora mismo mientras la gente ofrenda a Ganesha, ves que es una música que brota del pueblo, ves su singularidad, su diferencia con respecto a lo que conoces, algo que nace del lugar, una manera diferente de sentir de entender de explicar, un acomodo propio, una filosofía propia, y que la religión es un vehículo de difícil sustitución.




No cuesta nada desechar de un manotazo la religión y lo que la rodea. Hay suficientes razones para desenmascararla y confinarla en el desván de la historia, sin embargo con algo de libertad de espíritu, siendo justos, deberíamos aceptar que hay algo que se nos escapa.




En Thanjavur visitamos el palacio museo y la biblioteca Saraswathi Mahal, que contiene una rara colección de manuscritos en hoja de palma y papel escrito en tamil y sánscrito (49.000 volúmenes), para algunos la biblioteca más importante de la India. La biblioteca fue iniciada por los reyes Nayak de Tanjavur, una familia que gobernó desde 1535 hasta 1676, sucedida por los Maratha que capturaron Thanjavur en 1675 quienes desarrollaron aún más la Biblioteca del Palacio Real hasta 1855.




A primera hora de tarde llegamos a Kumbakonam, conocida como ciudad de los templos. Hay 188 templos hindúes dentro de los límites municipales de Kumbakonam y miles alrededor de la ciudad, dedicados en la mayoría a Vishnu y Shiva. El que visitamos es el de Sarangapani -Sarangapani es una encarnación del dios hindú Vishnu-, junto al gran Tanque Mahamaham, un gran estanque ubicado en el corazón de la ciudad, de gran importancia para el festival Masimaham, que se celebra cada doce años y que reúne a unos dos millones de peregrinos. El templo es una suma de diferentes momentos desde los Cholas al Imperio Vijayanagara y a los Madurai Nayaks. El rajagopuram (la entrada principal) tiene una altura de 53 m.





1 comentario:

Mariluz dijo...

Tienes razón, Toni, en toda religiosidad presiento también que hay algo que se me escapa ...