He leído a Liudmila Ulítskaya (Soniechka, Los alegres funerales de Álik y ahora voy a por Daniel Stein, intérprete para seguir disfrutando) después de haber leído a Annie Ernaux (Memoire de fille. Vergüenza, Pura pasión), la reciente Nobel y la que podría serlo en el futuro, si tiene algo más de suerte que Javier Marías. Se podría decir que lo que quiere captar Annie Ernaux es el paso del tiempo, su huella desgarradora en el cuerpo, tan breve que ya anticipa un desgarro mayor. En contraste, Ulítskaya busca felicidad en la permanencia del arte, las vidas humanas se apagan pero queda un retrato bien hecho, un instante atrapado en un lugar determinado. El haz y el envés del vivir y del haber vivido. Dos formas complementarias de la literatura.
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