lunes, 5 de diciembre de 2022

El amante de Lady Chatterley (2022)

 



Trajes de corte ceñidos, cuellos duros de celulosa, vestidos largos hasta los tobillos de colores pálidos, un gran castillo en la campiña inglesa, sirvientes, muchos, mujeres por un lado y hombres por otro, lenguaje envarado de etiqueta, infranqueable escalón social. Los hombres van a la guerra, la Primera Guerra mundial, y algunos vuelven tullidos, incompletos. Es buen momento para los negocios, en los que uno gana y muchos pierden. Los hombres planean compran venden reestructuran. Las mujeres cuchichean sobre lo que ocurre en la intimidad de las alcobas. Ese es el contexto de un momento histórico concreto. Connie Reid recibe a su marido Sir Clifford Chatterley en una silla de ruedas incapaz de engendrar un heredero. Él le dice que lo desea tanto que no le importaría que lo concibiera a ocultas. Pasan los días, Connie se aburre, su cuerpo joven protesta. En sus paseos por los alrededores de la mansión acaba fijándose en un jardinero. Sus cuerpos se encienden, traspasan la barrera social, la frecuentación sexual acaba en amor.


Se han hecho muchas películas sobre El amante de Lady Chatterley, la novela de D. H. Lawrence, la mayoría inglesas, pero también francesas. No recuerdo ninguna memorable. La historia se presta a escenas de tórrida pasión, así como al morbo del rico marido engañado y una merecida venganza de clase. Cuando intenté leer la novela de Lawrence, no progresé demasiado, me pareció muy aburrida. Esta versión que ahora nos ofrece Netflix, con jóvenes actores que yo desconozco, no es muy diferente de las otras, más allá de un curioso tratamiento de la luz, del cuidado puesto en los escenarios, el vestuario y la fidelidad a la época en que transcurre la historia, pero también en la concesión a la nuestra, con algunos guiños feministas.


Quizá el mayor logro pero puede que también su mayor defecto es el distanciamiento hacia los protagonistas. Vemos lo que sucede como una postal de época, una historia vista en la distancia, de la que exclamamos, ¡Cómo eran entonces! No podemos implicarnos emocionalmente, porque el adulterio ya no es un tema de nuestra época, hasta esa palabra, 'adulterio', ha sido erradicada de nuestro lenguaje cotidiano. También las palabras, los giros lingüísticos relacionados con la etiqueta social y las diferencias de clase, señor, señora, usted, y demás, han ido desapareciendo. La explotación laboral y las diferencias sociales, algunas indetectables, han adquirido formas diferentes que requieren tratamientos lingüísticos diferentes. Por eso la historia contenida en El amante de Lady Chatterley nos es ajena, un viaje a otro tiempo que puede atraer nuestra curiosidad pero que nos deja fríos emocionalmente, al menos a mí.



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