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Zeus y Olimpia. Palazzo Te, Mantua |
1. Nos resulta simple y ridículo, ahora, el discurso mentiroso de los panegiristas contratados por los reyes para declamar su linaje divino, en la época de las monarquías y el monoteísmo, del que extraían su legitimidad, como cuando se dijo de Alejandro que Zeus lo había concebido penetrando a Olimpia, una de las mujeres de Filipo II de Macedonia.
También ahora somos capaces de distinguir entre las mentiras brutales y las benévolas. Dos ejemplos. La mentira benévola de la lotería de Navidad. El más crudo engaño que recuerda nuestra vida vivida, el encierro de la pandemia: no solo aceptamos el encarcelamiento a domicilio sino que salíamos a aplaudirlo.
Deseamos ser engañados porque es imposible aceptar la crudeza de la verdad. La política la economía la sociología son iglesias evangélicas del engaño, del autoengaño mejor, servidas por el hilo umbilical que nos une a la sociedad, los media que nos envuelven en el velo de Maya. Sabemos que nos están mintiendo todo el rato, pero cerramos los ojos y los oídos, no queremos escuchar. No hay que deprimirse, está en nuestra naturaleza el autoengaño. Pero cuando la mierda desborda las alcantarillas no podemos dejar de mirar: los sobornos en el Parlamento europeo, el dinero fácil que prometían las criptomonedas.
2. Habría una forma de verificar la independencia del Constitucional o, lo que es lo mismo, su utilidad en términos de garantías, que en la resolución de mañana lunes los votos fuesen cruzados por encima de las adscripciones políticas. Así los legos comprobaríamos que la argumentación es jurídica y no de parte.
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