Cada diez años, desde 1952, Sight and Sound, la prestigiosa revista del British Film Institute, elabora la lista de las 100 mejores películas de la Historia del Cine. Esta vez han sido 1.639 críticos y estudiosos del cine los que han participado en la votación. La sorpresa, comentadísima, ha sido que han elevado al primer puesto a una película de la belga Chantal Akerman, Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975), por delante de Vértigo (1958) y de Citizen Kane (1941) que aparecían hasta ahora como las mejores películas de la historia. Ninguna plataforma televisiva la tiene en su catálogo. Pero si se busca en los fondos de Internet al final se encuentra. Y además en copias muy buenas.
La película es larga y su lenguaje clásico. Tan larga que la he visto en dos sesiones (3h 20’) y tan clásica que no hay movimientos de cámara ni virguerías técnicas sino largos planos fijos en los que aparece la protagonista principal. Una ama de casa con una rutina que se repite incesante como en el día de la marmota. Levantarse, preparar el desayuno del hijo que vive con ella, limpiarle los zapatos, prepararle la ropa, hacer la compra y la limpieza del apartamento, preparar la comida, dar un paseo, volver a casa para recibir en la propia habitación a un hombre y, a continuación, lavarse en la bañera a conciencia, en visitas programadas a lo largo de la semana, cada día uno distinto, hacer la cena compartida con el hijo y mientras él hace los deberes tejer punto. Apenas hay diálogos, unas pocas frases no significativas.
Hay que acostumbrarse a ese modo de mirar estático. Si en las películas actuales, el ritmo endiablado del montaje, la acción, la música, el dinamismo que imprimen los efectos técnicos y la superabundancia de la producción impiden que en el espectador emerjan imágenes y conceptos para comprender, analizar y criticar, el silencio y la estática de esta película por el contrario incitan a reflexionar sobre lo que se está viendo y sobre cómo está organizada la vida social, al menos en torno a 1975.
¿Es la mejor película de la historia? La mente humana cambia, en los últimos tiempos a gran velocidad. En Occidente, la revolución feminista en curso desde hace más de un siglo está cambiando nuestra percepción. El impacto de la película en 1975 no fue tan grande como lo es para un espectador actual. Yo conocía a Chantal Ackerman pero no había visto esta película. Chantal Ackerman tenía 25 años cuando tuvo la intuición o le asaltó la imagen que convertiría en película. La directora, la protagonista y los secundarios que atienden en las tiendas y comercios donde va son mujeres. Los pocos hombres que aparecen lo hacen en papeles negativos: tres hombres entran en días sucesivos en la habitación de la protagonista y salen abriendo la billetera para pagar el servicio y un hijo, totalmente dependiente, y que, sin ser consciente, esclaviza a su madre. Uno podría ver esta película como un caso, la historia personal de una mujer infeliz que no ha conseguido dar sentido a su vida y que al final se toma venganza. Quizá en 1975 pudo verse así. Ahora no. Los planos de la venganza aparecen muy al final. En los 202 minutos que dura la película, hay un tiempo muy largo para pensar que está sucediendo y trasladarlo a la vida que llevamos o al menos a la vida que llevaban nuestras madres y abuelas.
No solo los gustos y las preocupaciones de la época cambian la valoración de las obras del pasado, también nuestra circunstancia personal, el momento. No sé si es la mejor película pero esta calificación de mejor película de la historia ha servido para hacer una llamada sobre ella, sobre nuestro modo de mirar, sobre la mala calidad de nuestra atención, sobre la importancia del silencio.
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