"La historia del espíritu de los siglos XIX y XX ha ilustrado lo frívolo que sería subestimar la capacidad de aparición espectral de dioses olvidados... En la modernidad el cambio de forma de los dioses trasciende el campo religioso. Lo que ha desaparecido como religión puede volver como política ideológica, como magia escénica, como maravilla de la técnica y como pandemia informática". Peter Sloterdijk en 'Hacer hablar al cielo')
El lugar ideal del Político hoy es la escenificación del mitin para que se vea en la portada del telediario. Sin embargo no es el mitin un teatro donde se dramatiza una gran cuestión que atemoriza o preocupa a quienes escuchan y ven, como sucedía en el teatro clásico y moderno, sino que es una copia, potenciada por las técnicas modernas de luz, cámaras y sonido, del theologeion clásico, aquella estructura o plataforma (deus ex machina) desde la que hablaban los dioses al final de la representación, que más tarde se convirtió en el ambón, púlpito o cátedra desde el que dominicos y jesuitas apuntaban amenazaban y condenaban. A la tribuna no va el Político a convencer o persuadir a los congregantes porque ya están convencidos y persuadidos de antemano, y para eso se les llama para que formen parte del coro que instrumenta la resonancia, su intención es arrebatarles el ánimo, a ellos y a quienes en sus casas, a través de las pantallas de los telediarios, captan la voz y el tono, y con eso les vale, porque el mensaje del político no está en el sentido de lo que dice sino en su música y ritmo, en el énfasis que pone en las palabras. Es el énfasis y la modulación lo que une al político populista con el corazón del elector. El mensaje del Político es el énfasis.
El receptor televidente está dispuesto a aceptar cualquier cosa que le llegue a través del énfasis y la modulación, adiestrado como está en las técnicas televisivas de la emoción. No hay en él un proceso de recepción análisis y acción. No deja el Político en su mente un recado para que lo valore, sino la golosina de saberse en el lado correcto del mundo bipolar. "Sentir es un verbo despreciable. Prefiero pensar y argumentar antes que sentir", dice hoy un enfático humorista, Edu Galán, en una entrevista en EP. ¿Acaso los humoristas no son los mejores adiestradores?
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