domingo, 6 de noviembre de 2022

Borgen 3

 


Los daneses han reanudado su serie bandera: Borgen: Reino, poder y gloria (Netflix). Quizá la intriga no sea muy potente. Veamos. Hallan petróleo en Groenlandia. ¿Con que empresa se alían para extraerlo? Los guionistas deciden: escoger a los chinos amplía las posibilidades de conflicto teledramático. China se une a Rusia y a Estados Unidos al poner un pie en el Ártico. ¿Quién debe ser el principal beneficiario del petróleo, Dinamarca o los pocos residentes de la enorme isla? Aunque desde el primero de los ocho capítulos de que consta la serie el espectador intuye cuál será la conclusión, formulan la disyuntiva: ¿prevalecerán los argumentos a favor de aprovechar una fuente inesperada de beneficios o serán los que anteponen la defensa de un espacio de naturaleza protegido y la lucha contra el cambio climático? A lo largo de la temporada a nuestra heroína, Birgitte Nyborg, la someterán al estrés de tener que defender una y otra postura alternativamente.


Quizá los actores se muestren algo limitados, quizá Sidse Babett Knudsen, doce años después, no haya envejecido del todo bien para lo que se espera de la protagonista de una serie, quizá los guionistas hayan sido demasiado ambiciosos abriendo asuntos que no han sabido rematar, pero hay algo por lo que sigue mereciendo la pena ver la tercera temporada de Borgen: mostrar el uso de los resortes de poder para el beneficio personal.


Hubo un tiempo en que el enfrentamiento entre posiciones políticas se dejaba a los programas de debate en los que intervenían periodistas y los propios políticos en los ratos en los que no se dedicaban a gestionar la cosa pública, preservando la información despolitizada. Recuerdo el momento exacto en que Antena 3 y Telecinco introdujeron comentaristas en sus telediarios. Poco a poco la información política y el sesgo en favor de una posición fue acaparando más espacio. El periodismo se contaminó hasta la actual flatulencia. Poca información, mucho comentario partidario. Política y periodismo, vasos comunicantes. Hoy, los primeros orientan su acción política para dar bien en pantalla, los segundos anteponen a la información el efecto dramático de destruir o promocionar una carrera política. Unos y otros se degradan y convierten el debate público en un fangal. Toda culpa de la actual polarización les sea atribuida a unos y a otros. Si nos interesa nuestra independencia deberíamos prescindir de los telediarios como fuente de información.



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