jueves, 13 de octubre de 2022

Julia Gonzaga

 

Giulia Gonzaga por Tiziano


«Iulia Gonzaga, che dovunque il piede

volge, e dovunque i sereni occhi gira,

non pur ogni altra di beltà le cede,

ma, come scesa dal ciel dea, l'ammira»


                                (Ludovico Ariosto, Orlando furioso)


En Julia Gonzaga todo era hermoso, hasta el nombre. Poetas como Ludovico Ariosto, en el Orlando, y Bernardo Tasso en sus sonetos, y pintores como Sebastiano del Piombo y Tiziano añadían cultura e inteligencia a su belleza; un círculo de intelectuales la cortejaban en su residencia de Fondi, entre ellos el reformista Juan de Valdés que a su muerte la declaró heredera intelectual, incluso purpurados como el cardenal Ippolito, traductor de la Eneida, confesaba que el ardor de su corazón que ella provocaba, similar al de Troya, le producía "congojas, suspiros y lágrimas". Considerada la mujer más bella de su tiempo, tal circunstancia llegó a oídos del más famoso pirata, Barbarroja. Este, sabedor de la desidia del nuevo virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, y ensoberbecido por sus recientes triunfos quiso tomarla como trofeo para su harén. El pirata berberisco destruyó las escasas galeras que defendían la plaza de Nápoles, entró en la ciudad y la saqueó y, posteriormente, en rápidos desembarcos hizo lo mismo en las ciudades costeras del sur de Italia. En la noche del 8 al 9 de agosto de 1534, el turno le llegó a Fondi. Las noticias no corrían como ahora. Julia apenas tuvo tiempo para saltar sobre un caballo y semidesnuda huir al galope. Hay quien asegura que escapó de las propias garras de sus raptores. Barbarroja volvió a Túnez sin su trofeo, Julia se salvó, Nápoles reconstruyó su flota y el poeta Garcilaso de la Vega, que hacía las veces de espía del emperador en el virreinato, fue llamado a la corte para dar cuenta del suceso. Carlos V, un año después, organizó una expedición contra Túnez para destruir las bases de Barbarroja, Cuando, el 25 de noviembre de 1535, el emperador regresaba a Nápoles, Julia Gonzaga salió a su encuentro para agradecerle su venganza. Poco después ingresaría en el convento napolitano de San Francesco delle Monache.


El harén es el ejemplo paradigmático de la cosificación de la mujer en el mundo islámico, una forma de coleccionismo, probablemente la forma civilizada para ordenar la rapiña de mujeres que hasta entonces era consideraba derecho de conquista. Del sah sultán Husein Mirza de la dinastía safávida, a comienzos del XVIII, por poner un ejemplo, se decía que aunque disfrutaba de los placeres de la comida y la bebida, era un hombre religioso y compasivo, afable y bondadoso. Su gran dedicación


fue el sexo. Sus emisarios le proporcionaban muchachas hermosas procedentes de todos los rincones del reino –de cualquier tribu o religión, menos judías– y las llevaban a Isfahán, donde entraban a formar parte del harén para el disfrute del sah. Al cabo de un tiempo, si se quedaban embarazadas, las devolvían cargadas de dinero y regalos a su lugar de origen. Otras contraían nupcias con nobles de alto rango y, si daban a luz varones, éstos se convertían en herederos de tales señores”. (Irán: Una historia desde Zoroastro hasta hoy, de Michael Axworthy)


Está historia de Julia Gonzaga, de la que da noticia Sergio Fanjul en EP, a cuenta de los papeles del poeta Garcilaso encontrados ahora, me hace pensar en los grandes depredadores del siglo XX. De Lavrenti Beria, hijo de campesinos y director del NKVD (luego KGB), un monstruo, autor de la masacre de Katyn y organizador de los campos de trabajo del Gulag, a quien Stalin presentó ante Churchill como ‘nuestro Himmler’, se dice que su pasatiempo favorito era la violación:


Según dos de sus guardaespaldas del NKVD, a Beria le gustaba salir en limusina para señalar a mujeres jóvenes que eran detenidas y escoltadas hasta su casa moscovita, donde les ofrecía todo tipo de lujosos manjares. Después de cenar, Beria las llevaba a su oficina insonorizada, cerraba la puerta con llave y las violaba”.


A Mao se asocia, además de con una llamativa falta de higiene personal, con un insaciable apetito sexual, revelado por su médico personal.


Se sentía feliz y satisfecho cuando tenía varias muchachas compartiendo su cama simultáneamente. Casi siempre les decía a las jovencitas que leyeran el manual taoísta “La vía secreta y simple de las muchachas” antes de llegar a su cama”.


Su debilidad eran las jovencitas bailarinas. Las tuvo por miles y exigía que fueran vírgenes. Sabía que tenía blenorragia, que podía contagiarlas, pero nunca quiso ser tratado de esa enfermedad.


El tercer depredador que me viene a la memoria es Gadafi. Cuando veía una mujer que le gustaba la incorporaba a su guardia personal, compuesta únicamente por mujeres, auténticas esclavas sexuales, algunas raptadas incluso en su propia boda, en presencia de unos familiares que, desde ese instante, renegaron de ellas.


Rosa Montero colecciona casos de poderosos y depredación sexual en su libro Dictadoras. Las mujeres de los hombres más despiadados de la Historia, por si alguien quiere seguir con este tema.


Las formas de este coleccionismo han cambiado, al menos en esta parte del mundo donde el ejercicio violento del poder ha sido sustituido por la persuasión impropia de capitalistas amorales. Tal es el caso de los financieros Epstein y Weinstein. Al primero, una hija Maxwell (familia que sirvió de inspiración a la serie Succesion) le ponía adolescentes en su dormitorio. Al segundo, su poder como productor de películas le servía para llevarse a la cama a jóvenes actrices en busca de un papel en una de las películad que financiaba.

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