Cuando veo las miserias de los demás en realidad estoy viendo las mías reflejadas
Un hombre gordo sobre una bici amarilla y una mochila roja sube el último tramo en cuesta de la avenida Cantabria. No son llamativos los colores sino la mascarilla de protección top, tras la que oculta una respiración dificultosa.
Un coche de la guardia civil me ve atravesar el paso de cebra en rojo, apresurado, no me dicen nada.
La aplicación señala que si quiero maximizar mi tiempo salga de casa a tal hora, que esté en la parada del bus a tal otra y llegaré a la estación a la hora precisa. Asegura que su precisión se debe a la monitorización en tiempo real por GPS. Sin embargo el bus llega a y 27, cuatro minutos después del indicado. Por eso no he me he fiado y he salido media hora antes. Ya en el bus, compruebo que si hubiese tenido el bono del gobierno hubiese pagado seis céntimos. Me cuesta entender con la crisis que arrastramos tal dispendio. Pago el billete normal, uno veinte.
Un hombre sordo y una mujer enmascarada se comunican a gritos. Aún así no logro entender de qué hablan.
Llegó a la estación, me sobra mucho tiempo. Escojo el martes para viajar porque el sábado pasado quería ir al monte: la Senda del bosque desde la Laguna negra. Conocí a Jose, un catalán de Terra Alta en Castejón. Muchas historias que contar, aunque no vienen al caso. El domingo no había billetes y el lunes era caro. Mi error, no pensar que mañana es festivo. Encontraré los súper cerrados.
Me entretengo viendo a los pasajeros que esperan, muchas mujeres jóvenes y dos varones desmañados, yo el tercero. La juventud suele jugar a favor de la belleza, aunque no siempre.
Un viejo amigo votante inasequible del PSC me guasapea con retranca, que vaya mañana a la manifestación doceoctubrera, en Barcelona. Le contesto:
'Creo que me iré con el PSC a apoyar a los golpistas corruptos, incluso aunque los desprecien no invitándolos al nuevo gobierno. Porque siempre cae algún carguillo. Así vamos tirando, la pedrea para los cínicos del partido, la burla perenne para sus votantes. El instrumento que debía mejorar la condición de vida de las clases desfavorecidas ha resultado el mayor freno a su progreso'.
En la sala de espera, detrás de mí, una pareja a la que no veo discuten. Él le reprocha con palabras usadas y tartamudas que la mochila está mojada que el agua lo ha mojado todo, no el agua, el café. Ella le responde con palabras claras y distintas: "Eres gilipollas y no lo sabes". Y Él, "Es que estoy hasta los cojones". La discusión se extiende sin amainar, ajena a los oyentes, como en el peor de los podcast. Una discusión sobre minucias punteada por: 'Cállate', 'Qué cuadriculado eres’, 'Vete a la mierda', 'Es que encima tiene huevos', 'Anda majo, me tienes hasta las tetas', 'Anda, monta en bici y pedalea'. La mujer es la más creativa, sin duda: 'No ves, otra vez vueltas a la madeja'. Él se trabuca con las palabras, incapaz de seguirle el ritmo: '¿Qué?'. 'No vuelvo a repetir las cosas'. 'Gilipollas' es el insulto comodín. Al final, él se viene arriba: 'Qué malos ratos te llevas, cuánto dolor de cabeza'. Cuando les avisan de que su tren en dirección Madrid está listo, veo de espaldas a un desmadejado y flaco calvorota y a una mujer con cierto atractivo crepuscular.
En el vagón restaurante. Conversaciones. Pobres conversaciones. Es imposible no oír a esos hombres gastados sin nada que decir y que sin embargo no callan. En voz bien alta, perdida ya la conciencia de lo inconveniente, de la autoestima, voces a través de las que habla la seca muerte, eco del hueco para siempre hueco que sobrevendrá. A través de la ventana veo niños en el patio de un colegio. Vitoria. No sé.
A mitad de viaje, por Tafalla, una mujer con fuerte acento gallego, empieza a contar la novela de su vida. En algún momento, confiesa con orgullo sus 83 años, sus dos carreras, sus hijos, sus nietos, su marido que ya murió, su viaje alrededor del mundo, las ciudades, sus condiciones físicas estupendas, al contrario que sus amigas, tres kilos de miel al mes se come, se le rompió la cadera y se le soldó sola, el médico le dijo... El hombre que le escucha solo dice ‘sí’ y ‘claro’. Un sparring, le serviría cualquiera. Espera que su hijo la llame para navidades, los nietos crecen sin verlos, hace sol donde vive, el calorcito que aquí no tiene. Empieza por lo malo. El hijo médico no puede atender a sus hijos, tiene dos hospitales, uno en Cambados, estomatólogo, llega tarde a casa, tanto trabajo. No entiende cómo no le quitan la patria potestad a su nuera. Sale por la tarde a beber, la traen a casa borracha, no los cuida. Su yerno es un fuera de serie. Un gran médico, otro, también da clases en la universidad. Una compañera ha movido cielo y tierra para echarle. Su nieta abogada preparó los papeles, hubo juicio, ganaron; recriminación para la mujer envidiosa. Hay hombres con talento y hombres a los que corroe la envidia, todo se reduce a eso, la envidia. Tiene otra nieta que, salvo los sábados, dedica cada día a estudiar el duro programa para abogado del estado, de 8 de la mañana a 12 de la noche, así cuatro años lleva. Estos del gobierno suspendieron la oposición sin motivo, solo ha hecho el primero de siete exámenes. Todos sus nietos son estudiosos, uno va para bombero, nada de piercings ni pantalones rotos. Nada de eso. Una puede morir dejando las cosas bien hechas. Se baja en Zaragoza.
Junto a mi un clip musical no para de sonar. Me parece que es un joven con cascos puestos; un despertador de la hora de la siesta. Pero no resulta ser él. Se trata de un hombre mayor al que le falla el oído. Ha sonado durante minutos, pero no era molesto, incitaba más al sueño que al despertar.
Desde Lérida, dos parejas de sesentones cercanos a los setenta se apoderan del precario silencio y lo estrangulan. Anécdotas intrascendentes del Camino, que han hecho muchas veces, y lamentos, muchos lamentos por lo mal organizadas que están las cosas, vayas por donde vayas.
Cuando el tren llega a Sans le faltan dos minutos para la media hora de retraso a partir de la cual se puede reclamar la devolución del billete. El tren había acumulado tres cuartos de hora de retraso pero de Zaragoza aquí ha volado.
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