lunes, 19 de septiembre de 2022

Dos amigos armenios. Tadeo Vanno y el cocinero guerrillero

 


Anochecía. Bajábamos hacia la ciudad buscando un lugar donde comer un breve bocata. El local era pequeño, dos o tres sillas y una mesita. Comentábamos el cartel, el tipo de comida que ofrecía. Estaba en un indescifrable armenio que no había modo de entender. De pronto, una voz surgió del interior: 'Aquí se habla español'. Un hombre de edad mediana y mirada franca, frente despejada, volutas del pelo recogidas atrás, se ofreció a traducirnos lo que el cartel decía: distintos tipos de bocadillo, carne envuelta en las delgadas tiras de pan que por aquí acostumbran: al modo mexicano, de pollo, de cerdo y una variedad que no recuerdo. Teníamos prisa, cansados de los muchos kilómetros del día, pero mientras el cocinero preparaba los sanwiches, entablamos una breve conversación. Quien nos atendió decía ser cantante de ópera y haber actuado en distintos coliseos de España, el Sant Jordi de Barcelona y el Palau, el Bellas artes de Valencia y el Arriaga de Bilbao. Recogimos los bocadillos y quedamos en volver al día siguiente a una hora prudencial.



En el hotel, miramos en youtube, y allí estaba, cantando áreas de Verdi, I Pagliacci y canciones armenias en la tele rusa.



Al día siguiente supimos mucho más de su historia. Me acompañaba Ángel, conversamos. Resulta que era español y armenio, que sus padres vivían en Amberes, cosa que alegró a Pascale, y que tenía un apartamento en Cullera. Sabe hacer paellas. Nos mostró una revista rusa enteramente dedicada a él, que le nombraba mejor cantante de ópera del año 2020. Su padre se había ganado la vida como pintor; él también pintaba. Mientras el resto de amigas llegaban un poco más tarde, Montse, Alicia y Katy, además de Pascale, hablamos de ópera, de los cantantes que conocía, anécdotas, su amistad con la Caballeé y con su hija, la Martí. Las suyas eran opiniones precisas sobre la voz de Plácido Domingo, de Alfredo Kraus, de Aragall, de Carreras. Los comparaba con los grandes tenores de la primera mitad del siglo XX y no salían ganando. Me sorprendió que dijese que a la Callas, con lo grande que era, no le gustaba su propia voz. Luego cuando el grupo estuvo completo, escuchamos algunas piezas de su repertorio, mezclando los vídeos de YouTube con su propia voz. Nos habló de su familia, de su vida valenciana y de lo que estaba sucediendo en Armenia, este país tan triste.



Pero no acabaron ahí las sorpresas de la noche. Resulta que el cocinero no era un hombre cualquiera. Resultó formar parte de la guerrilla armenia y haber luchado contra los aceríes en Nagorno Karabag. A medida que hablaba, se enardecía, iba adquiriendo una musculatura que a simple vista no se veía, mientras Tadeo traducía. Había vivido la anterior guerra, la de 2020, en ese territorio. Nos contó lo que había sufrido, las personas a quienes había salvado, el coraje para luchar, lo difícil que lo tenían para combatir bajo los drones barayktar turcos. En una ocasión estuvo a punto de perecer. Estaba en un paraje despejado sin lugar donde esconderse, la metralla se le incrustó en la espalda. Consiguió taparse las heridas con barro para parar la sangría. Armin es un hombre fuerte, brazos de acero, se entrena. Sonriente, orgulloso de su implicación en la resistencia. Nos enseñó fotos en las trincheras, artículos de periódico que hablaban de él, poemas dedicados, medallas, condecoraciones. Bebimos cervezas armenias, corrió el vino, tanto que acabando la velada nos presento a su hijo abogado, con un despacho recién estrenado al lado del restaurante. Hasta hablamos con su hermana a través de videoconferencia. Armenios.



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