Sahand , oh montaña de pura nieve,
Bajada del Cielo con Zoroastro
Fuego en tu corazón, nieve sobre tus hombros,
con tempestad de siglos,
Y canas de historia en tu pecho...
Yadollah Maftun Amini (1926)
Cuesta aceptar la fragilidad de los cuerpos (medio grupo andamos convalecientes de un covid que nos ha cogido traicionero), juncos mecidos por el viento de la historia, en imagen de Irene Vallejo. Visitamos países con la esperanza de rescatar otros juncos que vivieron en el pasado y dejaron huella en documentos escritos en idiomas que desconocemos. Este país es una encrucijada, conquistador y conquistado. Visto superficialmente, su paisaje es árido, sus campos y ciudades inhabitables, pero aquí se inventó el regadío, ingenios que hicieron afluir el agua que yacía en sus entrañas para convertir el desierto en vergel y producir la fruta más dulce o mecanismos de aireación para aliviar el intenso fuego que el sol derrama sobre gran parte del territorio. Jardines elevados, casas frescas, caravasares por los que circulaba el comercio de la ruta de la seda, bazares repletos de mercancías procedentes de territorios de cuento. ¿Quién no querría si pudiese ser rey de reyes de esta tierra? Medos, persas y partos. Griegos y turcos. Selyúcidas y otomanos. Árabes y mongoles. Rusos y británicos. Cada Sahansah no se conformaba con el dominio de la tierra y de sus gentes. Tras un iniciático acto de crueldad, para afirmar un dominio incontestable, por poner un ejemplo,
A los seis años, Aga Mohamed fue castrado por orden de Adel Shah (Aga significa eunuco) para impedirle que se convirtiera en un rival político. Se sobrepuso con inteligencia a una carrera de obstáculos hasta convertirse en el fundador de la dinastía qayarí. Este sha eunuco mató a quien pudiese interponerse en su camino hacia el poder. Devastó Georgia, redujo Tiflis a cenizas, como a muchas ciudades, masacró a su población cristiana, mutiló, robo, torturó, empaló. Hizo de un pueblo, Teherán, la capital (1786),
para poco después reunir a los mejores científicos para sus madrazas y hospitales, artesanos para sus mezquitas y mausoleos, poetas para que cantasen su gloria. Se diría que la milenaria historia de este país ha bailado en el filo entre el salvaje guerrero y el artista más refinado. Tabriz.
Visto con la suficiente perspectiva Tabriz, calurosa y seca en verano, con nieve en invierno, está hundida en una cuenca, rodeada de desierto. Situada entre los montes Eynali y Sahand, fértilizan el hondo valle los ríos Aji y Ghuri. Varias veces Tabriz ha sido devastada por terremotos y reconstruida cada vez. Tierra de poetas, como cualquier lugar de Irán, ha sido cantada muchas veces. Tabriz es la capital de los azerbaiyanos iraníes.
Visitamos la ciudadela que ha resistido terremotos, incluso a los ayatolas, que han decidido hacer una gran mezquita a su lado para disminuir e impresionar con su poder a la antigüedad, ha resistido. El muro de ladrillo de la fortaleza aún muestra el impacto de los cañonazos de una de las conquistas. Un lugar mágico: la muy dañada mezquita azul, siglo XVI, donde por la hora luminosa de la mañana la cámara se entretiene en la sala de oración con las variaciones de luz y color en alfombras y azulejos.
El ingenio, para sobrevivir a un paisaje de apariencia tan hostil, se ha mostrado por igual entre la gente del común y en la corte de los potentados. Desde las viviendas, hoy convertidas en tiendas, excavadas en las paredes de lava de Kandovan hasta el Gran bazar de Tabriz, quizá el más completo de los bazares de la Ruta de la Seda, donde los mercaderes del este y del oeste intercambiaban productos. Marco Polo lo nombró. En realidad es una telaraña de bazares: el Amir Bazaar para el oro y las joyas, el Mozzafarieh para alfombras tejidas a mano, el Bashmakhchi Bazaar para zapatos, el Kiz Basdi Bazaar y Rahli Bazaar para otras mercancías. El XVI fue su punto álgido, cuando Tabriz se convirtió en una capital del reino Safávida. Junto a las tiendas, mezquitas, dulcerías, pequeños restaurantes de una sola mesa, smoothies y el fluir interminable de las gentes.
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