viernes, 9 de septiembre de 2022

04. Zanyán – Soltaniyeh - Museo de Rakhtshoykhane

 


En ruta el guía nos presenta la vida social y política iraní, de modo entrecortado y fragmentado. La conclusión, un país tan diverso, con tantas etnias, lenguas y diferencias sociales necesita un pegamento, la religión islámica. No hay debate en el país al respecto. Como en cualquier país hay dos partidos, pero ambos comulgan con el chiísmo político. Y como en cualquier país las normas morales tienen su contraparte en el engaño, una enorme corrupción e hipocresía. El alcohol corre en las fiestas privadas; en cuanto al intercambio sexual existe el llamado matrimonio temporal, que permite la norma religiosa: durante unas horas o unos días un hombre se une a una mujer en matrimonio a cambio de una dote. Prostitución.




Tras kilómetros de seca planicie en la meseta iraní, a lo lejos una cúpula se alza en el paisaje, Soltaniyeh. Construida por un khan mongol de Tabriz, Öljaitü, en el siglo XIV, para convertirla en su mausoleo. Una cúpula más en la serie que iniciara Agripa en Roma y continuaron Brunelleschi en Florencia y Artemío de Tralles en la Haghia Sophía constantinopolitana. La cúpula turquesa de Soltaniyeh (la ciudad de los sultanes) es una maravilla arquitectónica que resalta en el ocre amarillento de los campos y el ladrillo de la ciudad. De cerca uno maldice la desidia de los ayatolas, rigurosos en el control de las costumbres, delictivos en amasar su enorme patrimonio, y en el descuido material de sus súbditos. Una vez en el interior, los ojos estimulados por lo que han visto en la distancia topan con una enorme estructura metálica que ocupa todo el espacio e impide ver el yeso trenzado y colorido, la geometría, la caligrafía cúfica. Solo haciendo peligrosos equilibrios puede uno acceder al maltrecho detalle de los lienzos estucados, sorteando la estrecha escalera que sube al segundo y al tercer piso, con cuidado de no rozar los negros faldones de las iraníes, vigiladas atentamente por maridos, novios o hermanos. Ruy González de Clavijo, que la visitó a comienzos del siglo XV, informó a Timur en Samarcanda que la ciudad era un centro de exportación de seda.



Entramos en el restaurante de un hotel muy moderno, con vistas a la ciudad de Zanyán, en el Azerbaiyán iraní, justo cuando salen los numerosos invitados de un funeral. El salón es grande y por vez primera, podemos tomar un café expreso de verdad en este país. Zanyán cuenta con un singular bazar, pero es viernes y está cerrado. A cambio visitamos un bonito edificio, casa de una antiguo mercader, cuyo salón principal, una alargada pieza con un estanque rectangular en el centro, muestra trajes regionales y oficios típicos. A la entrada de la casa, en cada una de las hojas de la puerta principal, dos aldabas, con sonidos diferentes, advertían a los moradores si la llamada era para el hombre o para la mujer.



A la salida acarreamos un montón de fruta de un puesto callejero: mandarinas, uvas, manzanas y melocotones. Al llegar al hotel, junto a la puerta, topamos con un motorista que viene buscando alojamiento después de haber hecho un largo trecho desde Turquía. No lo encuentra. Es guardia municipal en Salamanca. Le ofrecemos compartir habitación pero prefiere buscar en otro sitio. Oímos la música estridente de un parque de atracciones cercano. Está montado alrededor de un estanque. La gente tiende sus alfombras allí donde hay un hueco y se pone a cenar. Imitamos a los locales y nos sentamos junto a un quiosco para ver anochecer.


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