No estarían completos estos apuntes sin Gustavo. Llegaba a Oviedo, tras una calurosa y casi toda asfáltica etapa final. Me di una vuelta por la catedral abierta; entré en la sacristía para que un hombre desatento me sellase la credencial. El albergue no habría hasta las 5 o las 6, así de inespecífico. Opté por la Hospedería, junto a la Catedral, calle Schutz (nombre curioso, ,¿será el músico?). Una mujer amabilisima me atendió, podría decir, me agasajó. Me dijo donde tenía que comer: Tierra Astur. Pasée por las calles tranquilas, al no ser día de labor, con pocos turistas, con tiempo para visitar el Museo Arqueológico, como tantos, construído con espíritu autonómico: lo astur se extiende a tiempos remotos, más atento a las leyendas medievales que a una presentación objetiva del contenido, donde la simbólica cruz, enseña de la tierra, aparece sobrerrepresentada. Por eso, sorprende que pidan perdón por haber dejado una reconstrucción de las habitaciones del ilustrado Feijóo, previa al actual orden museístico, como si en el museo estuviese de más.
La comida no estuvo mal. Recomendable. A la vuelta, en la hospedería estaba Gustavo. Cruzamos unas palabras antes de la siesta. Solo al atardecer, de vuelta otra vez, hubo conversación. Gustavo tiene una tos nerviosa: un carraspeó continuo y exasperante. En eso se parece a mí, cuando en épocas de humedad mi fisiología fónica me pone malo. Necesita tiempo para recuperarse. Cuando lo estuvo, hablamos. Es boliviano, vive desde hace mucho , con una hija, en Barcelona. Creí que empezaba. Creí que yo le iba a impresionar con mi colección de caminos. Pero fue al revés. Este era el cuarto. Empezó como se ha de comenzar el camino, saliendo de casa en dirección a Montserrat. Sabía donde tenía que llegar, pero no cómo. Así que fue haciendo etapas y durmiendo donde podía, en pórticos, en la calle, donde lo acogiesen. Llegó a Jaca y más tarde a Santiago. Y en cuanto pudo, pocos meses después, inició el segundo. "El camino engancha", me dijo. No le gustan las aglomeraciones. Por eso estaba en Oviedo, para empezar el primitivo. No quise preguntar, me pareció un hombre aquejado de soledad, como tantos otros caminantes, todo indicaba que el suyo era un viaje espiritual. Se despidió efusivamente. Hay que escuchar.
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