sábado, 16 de julio de 2022

Famoseo

 


El famoseo político se torna irrelevante cuando dejas de prestarles atención. Puedes vivir sin ellos, aunque sabes que sus decisiones pueden joderte la vida. Como en todo, te adaptas a cualquier situación. He seguido con distancia el debate sobre el Estado de la Nación. En el EP mostraban una tan indescriptible como incomprensible euforia. Como si hubiesen ganado la Champions. En los periódicos en la radios en las teles del régimen no hay un duelo por el empobrecimiento de los más pobres, tan evidente, ni siquiera se preguntan si las medidas anunciadas servirán para reducir esa pobreza, si hay algún modo de reducir la inflación, de reanimar una economía convaleciente cada vez menos competitiva (con la ayuda del inoperante BCE: el euro en caída libre), de detener el desplome de la RPC que lleva al país a lo que era antes de los años 70 (solo hay que comparar su evolución con respecto a países como Estonia, Eslovenia, Eslovaquia o la propia Polonia), un país segundón y pobre.


La euforia se debe a creer que sánchez ha hecho algo para mantenerse en el poder y prolongarlo más allá de 2023, como si el objetivo de la política, y de la información en consecuencia, no fuese detectar y resolver los problemas difíciles sino conservar el poder. Todos esos medios viven en una esfera cerrada a lo que sucede en el exterior.


¿Por qué habría de interesarnos el espectáculo del famoseo político? La política es en primer lugar un concurso para ocupar los cargos mejor remunerados y libres de responsabilidad del país. Una vez conseguidos se beneficia a los deudos: periodistas a quienes se ha de recompensar por los favores recibidos, amigos familiares y conocidos por afecto, y desconocidos bien situados a quienes se reclamarán favores después de la política. ¿Por qué hemos de concederles otra cosa que no sea desprecio?



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