martes, 5 de julio de 2022

De Potes a Cicera


Potes al amanecer

Dejo en el albergue durmiendo al carmelita, que se queda en Potes para subir a Fuente Dé antes de volver a Barcelona desde Santander, y a dos simpáticas murcianas, una de las cuales va cojeando, con las que charlamos amigablemente ayer. Comenzaron en San Vicente de la Barquera, pero la última etapa la hicieron en taxi. En el albergue había además tres cartageneros, roncadores los tres, muy roncadores.


Salgo temprano en la mañana para tomarme un café a las 7:30 en el único bar abierto de Potes. Los primeros kilómetros son llanos hasta llegar a Tama, después hay una empinadisima cuesta hasta llegar a Pendes. En la cuesta me topo con dos peregrinos que vienen de Cabañes. Dicen esar agotados de la paliza que se dieron el día anterior, 33 km. Al llegar al área recreativa del parque, comienza una larga bajada hasta encontrarme con el río Robejo, al que acompaño en la bajada durante un largo trecho. Río con muchos saltos y puentes para atravesarlo. Hay que ir con cuidado porque el sendero está empedrado y resbalón.

Santa María de Lebeña


Tomo estás notas en Allende, antes de bajar a Lebeña. Se ven muchos paisanos solitarios trabajando el campo, en medio de este paisaje abrupto de los Picos de Europa, en campos de laderas imposibles, hoy cubierto de nubes. La iglesia de Santa María de Lebeña está cerrada cuando llego y me quedo sin ver a la famosa Virgen de la Buena Leche que amamanta al Niño. Me queda una cuesta larga y durísima, interminable, la más larga de todo el recorrido. Voy encontrando por el camino a un joven, risueño, una pareja de hombres, cinco chicas dicharacheras que se lo toman con tranquilidad a pesar de la dureza de la etapa y otra pareja más joven: la chica como es costumbre sonriente y el chico hosco. La bajada hasta Cicera es por un sendero algo tortuoso lleno de piedra y barro y muy pindio. 

Desfiladero de la Hermida


1395 de desnivel acumulado, me dice el Oruxmaps. 20 km, 5'30 horas. Mis piernas, así lo dicen. Probablemente es la etapa más dura de togo el camino. Junto al albergue de Cicera hay un restaurante, parece que nuevo, Los amigos de Otto, o algo así, donde he comido muy bien: ternera de la parte del morcillo, hecha en una cocción de seis horas con mucha cebolla y medio litro de vino tinto, según me contaron. De primero una ensalada de alubia blanca con trocitos de pimiento rojo y verde, maíz y algo de cebolla también rica. Me acompaña otro peregrino que hace el camino inverso, el propio, claro está. Es tímido pero tiene ganas de hablar y me da la impresión que no está muy preparado para hacer la etapa que le toca mañana. Es de Vigo pero vive en Santander y como yo no tiene muy buena impresión de la pequeña burguesía cántabra, tan conservadora, tan aprovechategui. Muy tarde llegan un padre y su hijo de 9 o 10 años. Han venido en taxi desde Potes para hacer la última y dura etapa. Me quedo con las ganas de subir al mirador de Santa Catalina, la mejor vista sobre el desfiladero de la Hermida: la tarde se ha puesto bronca. La tamborrada de la tormenta suena a gusto.

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