jueves, 30 de junio de 2022

Perazancas - Cervera


Lo malo de hacer esta ruta es que hay pocos sitios para dormir, caros, y muy pocos bares. Esta mañana al salir de Perazancas lo he hecho sin echar nada al gaznate. Más adelante en Dehesa de Montejo tampoco no había bar. Y suerte que anoche me dio cama la señora Nieves del bar La Pitusa que está a pie de carretera, en Perazancas. Hay un albergue que solo alquilan al completo y una casa rural cuya dueña no se molesta en abrir para una sola persona. La señora Nieves fue muy amable, aparte de darme cama a buen precio también me dio de cenar: unos huevos con chorizo y patatas fritas. También aquí se aposentó horas más tarde un chico del Carmelo, de Barcelona (que no ha leído Últimas tardes con Teresa, aunque sabe que la biblioteca del barrio se llama Juan Marsé). Es joven y está empezando a familiarizarse con la montaña. Después de la cena charlamos con hombres del pueblo, en el bar. La conversación, cosas del pueblo, que si este que si aquel: no sabían que el albergue no se abre para dar habitaciones solas. Para estar acabando junio, la habitación donde dormí estaba muy fría: tuve que echarme un par de mantas. Y la mañana no se ha calentado como debería a estas alturas del año. Ahora voy camino de Cervera siguiendo la ruta del Lebaniego Castellano que es la misma que la del románico palentino.


Hago la parada de la mañana en el mirador a cuyos pies está La Estación, denominado así porque por ahí pasa el ferrocarril de vía estrecha. El día está soleado aunque hoy sí que hay nubes por encima de la montaña, aunque no muchas. Ante mí, parte de las cimas de la Montaña Palentina, haciendo un arco desde el Curavacas hasta el Valdecebollas, pasando por pico Lezna y la peña Carazo, el Peñalabra y el pico Tres Mares.


Antes de entrar en Cervera, viniendo de Varo, y cerca de donde el Pisuerga empieza a tener las hechuras del río que hará grande al Duero, no hay que pasar de largo por la antigua iglesia eremitorio de San Vicente, con una gran capilla excavada en roca, que parece el caparazón de una enorme tortuga, de la primera Edad Media, y con tumbas antropomorfas a los lados.


En Cervera cojo una habitación en el Albergue Turístico. Lo de Albergue es una forma de publicitarse. 35€. Limpio y cómodo, eso sí. Pero para entrar tienen que darte un código por WhatsApp para que en un cajetín aparezcan las llaves. De momento estoy solo. Ficho la credencial en el ayuntamiento.


Me dejo llevar por las recomendaciones y voy al restaurante Peñalabra: ganbanzos castellanos con tinta de calamar, riquísimos. Quién lo diría. Lo demás normalito.


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