lunes, 25 de abril de 2022

Melancólica felicidad

 



Pongo sobre la mesa del desayuno una de las últimas pastillas magenta contra la malaria que me voy a tomar. Cae de canto, quizá, una señal, mientras se diluye el ensueño de la mujer en brazos.

Sin duchar, con las legañas aún en los ojos, me acerco a ella. Mira a través de los visillos la luz del día que ya no es la primera.

'Te estás probando', me dice, no sé si como pregunta o como descripción.

'Te acercas a mí, me envuelves para probarme aunque en realidad te estás probando a ti mismo'

'Detrás del hombre desarreglado, sin vestir y sin peinar, detrás de las ojeras hay un hombre encantador. Déjame hablar, me dices, dame conversación y veras cuán interesantes soy'.

La mujer se despega de la ventana gira sobre mí y con media sonrisa dice 'Voy a vestirme'. Cruzamos unas cuantas palabras más, pero son las miradas los gestos el lento movimiento alrededor lo que está cargado de promesas.

No es real, pero tampoco el ensueño de la mujer idealizada, pero ahí está en las entretelas del sueño.


Me tomo por fin la pastilla que aún se mantenía en equilibrio sobre la mesa. Ha durado mucho más de lo que estas torpes y pálidas palabras describen. Un estado de melancólica felicidad.


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