lunes, 4 de abril de 2022

Éticas del buen vivir

 



Precedido de su fama -fue el primer en proponer la noción de probabilidad a la hora de afirmar certezas- el griego Carnéades de Cirene acudió al senado romano para mostrar su competencia. Se exhibió con dos discursos en dos días diferentes. En el primero se mostró a favor de la justicia, en el segundo en contra. Los senadores vieron que les había tomado el pelo: puso en evidencia que el discurso político no está al servicio de la verdad sino de objetivos espurios. Los senadores romanos lo devolvieron a Atenas.


El primero de los filósofos y el más grande fue Sócrates. El hombre para conocerse y conocer el cosmos necesita apartarse del negocio del mundo. En la calma y en la contemplación queda la mente libre para poder pensar. Sócrates comprendió que lo primero es hacerse preguntas. Él recogió las que ya estaban en el ambiente y las reformuló para ver si entre todos los que estaban aprendiendo con él eran capaces de encontrar respuestas verdaderas. La semilla que plantó, las preguntas, era tan buena que tuvo a los discípulos más brillantes que un maestro podía desear. De él aprendieron que ser libre no tenía precio y que se conseguía alcanzando la maestría sobre sí mismo. Liberar la mente de las cadenas adquiridas, dejarla volar. Entre los discípulos de Sócrates los hubo sistemáticos y anárquicos. El pensamiento se podía organizar mediante el recto pensar y la clasificación de los saberes que se desprendían de las preguntas básicas. No un saber básico acerca del puesto del hombre en el cosmos, sino diferentes ramas del saber útiles para organizar la vida y el trabajo en sociedad. El estudio se organizó en liceos y academias. Los discípulos aprendían técnicas para mejor catalogar y jerarquizar el vasto conocimiento que se desprendió de las preguntas iniciales. Platón y Aristóteles fueron filósofos metódicos que establecieron el orden del pensar, ampliaron enormemente los campos de estudio y establecieron límites. Se puede decir que fueron los mejores servidores del Estado. No en vano Aristóteles fue preceptor de Alejandro. El pensamiento confinado, el recto pensar, la jerarquía de los valores.


En Sócrates cristaliza el desasosiego de la filosofía. Alcanzamos el conocimiento, saber que podemos ser libres, si dejamos que nuestra mente vuele para pensar por sí misma, pero es casi imposible hacer una vida en solitario aunque algunos lo han hecho. Vivimos en sociedad. Así que a las primeras preguntas sobre la naturaleza del ser le suceden las segundas sobre cómo organizarnos. Si a estas últimas estuvieron atentos Platón y Aristóteles, hubo un amplio grupo de filósofos socráticos que las desdeñaron. Como el cínico Diógenes asumieron en su pensamiento y vida que podían vivir al margen de la sociedad y del Estado. Son varias las anécdotas de estos filosóficos en que se hace ver el desdén hacia al poderoso Alejandro. La filosofía ha de ser eminentemente práctica: en qué consiste la buena vida, es la pregunta. Cínicos hedonistas epicúreos escépticos estoicos, cada uno a su modo mostró con su ejemplo que se podía vivir sin atender a órdenes y jerarquías sociales, que la vida pertenece a cada cual, y que cada cual ha de encontrar el modo propio, conjugando el desprendimiento de lo inútil (riquezas honores poder) con el equilibrio entre placer enfermedad y dolor, para vivir con independencia y libertad.


La libertad de pensamiento y el ejemplo de su vida fueron corrosivos para una sociedad ordenada como la ateniense, como de hecho lo es para cualquier Estado. Por eso en este tiempo, el Gobierno dicta que desaparezca el libre pensar de las aulas, sustituido por la jerarquía de valores que Él establece. A este gobierno no le gusta la filosofía, prefiere la ideología, su opuesto, un remedo de la antigua Formación del Espíritu Nacional. Tiene ministerios dedicados en exclusiva a la promoción y subvención de valores. Quiénes se dicen bisnietos de Nietzsche, el de la subversión de los valores tradicionales, han acabado estatalizando los suyos. Sócrates fue condenado y se suicidó delante de sus discípulos en el año 399 ac. El gobierno que padecemos condena a que los filósofos se conviertan en comisarios políticos del recto pensar. Propagandistas de los valores.




Para conocer qué pensaron y cómo vivieron aquellos filósofos postsocráticos Andrés Torca, un filósofo burgalés, ha escrito Invitación a la clama. Por su libro desfilan los cínicos: Antístenes (La virtud, no el placer, es el fin de la existencia); Diógenes de Sínope o el Cínico, que buscaba al hombre honesto con un candil; Crates de Tebas que abogaba en su ciudad ideal por producir lo justo, muy poco, y hay que repartirlo bien. Los epicúreos: Epicuro, el filósofo del equilibrio (Si quieres hacer rico a Píthocles no aumentes su riqueza, disminuye sus deseos); Aristipo de Cirene que, como Horacio luego haría famoso, aconsejó: Puesto que el pasado ya no existe y el futuro es más que incierto, goza del día de hoy. Los escépticos: Pirrón de Elis acompañó a Alejandro en su viaje a la India, donde conoció a los gimnosofistas. De ellos aprendió la ataraxia, la calma, que se consigue liberándonos de la perturbación mental que ocasionan las creencias; Sexto Empírico se muestróa en contra de la pretensión dogmática de conocer la verdad absoluta. El estoicismo: Zenón de Citio defendía que el bien racional se obtiene a través de una vida virtuosa, es decir, acorde a la naturaleza; Séneca, el hombre más rico de Roma defendía: Nada de cuanto poseemos es indispensable; hemos de retornar a la ley de la naturaleza. La vida no es un bien ni un mal: es la ocasión para el bien o para el mal; Epicteto: Guarda silencio la mayor parte del tiempo y habla para decir cosas necesarias y con pocas palabras; y Marco Aurelio:


La duración de la vida humana es un momento, su ser es un arroyo, la sensación es confusa, el cuerpo está condenado a pudrirse, el alma es una peonza, el destino es un enigma y hablar de él es inseguro.

 

No hay comentarios: