Mientras visitamos el poblado Boukotte de Casamance - Casamanza es nombre de origen portugués- Assan me cuenta su historia. Boukotte es un pueblo animista de etnia diola o jola en wólof que tiene un museo de su cultura al aire libre. Nada que ver con esos etnomuseos confeccionados para uso de turistas. Aquí, en medio del bosque, a los pies de ceibas gigantes, un hombre del pueblo nos muestra aspectos de su agricultura, su forma de cocinar, sus instrumentos musicales, los fetiches que utilizan para determinadas ceremonias. También cómo en lo alto de las palmeras, con botellas, antes de calabaza y desde que comprendieron que los pájaros carpinteros las horadaban, de plástico, recogen la savia durante el día para dejarla que fermente y convertirla en el vino de palma, que han de beber rápido porque al tercer día se avinagra. Nos cuenta sus tradiciones, sus festividades, la iniciación de los jóvenes: solo para chicos; en su poblado no hay ablación. Un poco más allá del museo, comenzaban los bosques sagrados donde hombres o mujeres se retiran en ocasiones y donde los forasteros no pueden entrar.
Assan, cuando le pregunto sobre el caso de los niños abandonados, me cuenta su historia. A pesar de dedicarse como profesional al turismo, sigue viviendo en el pais Bassari, en su pueblo, junto a su madre. Estuvo casado pero su mujer lo abandonó dejándole a un niño y a una niña. Mientras está de viaje es su madre quien los cuida. En una ocasión de vuelta al pueblo se enteró de que el padre de cinco niños había muerto hacía unos meses pero lo peor fue que dos días antes la madre también había fallecido. Lo que suele suceder en estos casos es que el pueblo les da cobijo en alguna casa pero nada más, carecen, si son pequeños, de cualquier posibilidad de salir adelante, pues no les proporcionan comida Assan fue a ese pueblo y sin conocerlos se los trajo a su casa. Desde entonces les da cobijo y alimento. Les compra material para la escuela. El gobierno no se ocupa de estos casos, solo algunas ONGs europeas, pero es imposible que puedan atender a tantos niños abandonados. Le pregunto qué sucederá con esos niños, si se ha convertido en tutor, si tiene papeles que muestren su acogida. No tiene papeles. Cuando sean mayores de edad tendrán que apañárselas por su cuenta. Me dice que el dinero que gana se lo gasta en la manutención y cuidado de esos cinco niños además de los suyos propios.
En Cap Skirring visitamos un bazar interior con nuestras artesanas. La vida en el sur donde llueve mucho más que en el norte, con zonas selváticas y zonas boscosas, parece más fácil que en la mitad septentrional del país. La carretera es algo mejor, hay escuelas y centros sanitarios, las zonas comerciales mejor delimitadas. También el turismo europeo en busca de zonas de playa. Casamans es pues una zona más rica, con amagos de independencia, y una guerrilla que de vez en cuando ocasiona problemas.
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