lunes, 14 de marzo de 2022

'Merecen la muerte que les llega'

 



Las imágenes de la maternidad de Mariúpol, el pasado miércoles, se hicieron virales en las pantallas de los móviles. Vivimos la guerra en directo. Inmediatamente los informadores rusos (embajada rusa de Londres) hicieron creer que era un montaje de la ‘productora’ de noticias ucraniana. La gente no suele leer texto, así que la desinformación rusa debió pasar inadvertida a la mayoría. Como las imágenes son más potentes, al día siguiente por diferentes canales me llegó este video. Mucha gente lo compartía; quienes lo hacían ¿lo daban por cierto o confiaban en la estupidez de quien lo recibía? ¿Ellos mismos eran estúpidos o malvados? ¿Cómo no ver que era un montaje? El video original remitía a una manifestación de protesta en Viena contra el cambio climático. Habían cambiado el audio en alemán por otro en inglés que hablaba de las bajas de guerra, también el texto en pantalla. Muchos lo dieron por bueno, como prueba de la propaganda ucraniana y de la mentira de los medios ‘oficialistas’. Muchos otros videos recorren las redes con la misma intención, como se puede ver aquí. Ese es el lado estúpido de la desinformación, hay otro más inteligente, el que se abona a los porqués rusos, a sus tesis, difundidas por los analistas chinos (“La invasión de Ucrania tiene causas”) y recogidas por los quintacolumnistas de aquí: razones geoestratégicas por encima de la soberanía de los países: para ellos la voluntad de los individuos convertidos en ciudadanos no cuenta. Merecen la muerte que les llega, vienen a decir en el subtexto, por no someterse.


¿Por qué hay tantos que se abonan a los porqués de Putin? ¿Por qué hay gente que comprende, y por tanto justifica? ¿Es más fácil entender la mente de un hombre común que la de Putin? Probablemente no. De Putin conocemos sus actos, también sus pensamientos, por sus escritos y discursos. No hay nadie vivo en el mundo más analizado. Del hombre común apenas sabemos nada, atisbos. Putin tiene una ideología ante la que responder, una política que defender, pero al hombre común, qué le impulsa a defender lo indefendible. Hablan, se exaltan, se obcecan sin ver lo que sucede: la invasión premeditada y sin justificación, la destrucción, la muerte, el asesinato masivo, el dolor, incluso lo niegan como en ese video. Las imágenes están ahí pero no les conmueven. Es un misterio cómo en muchos la realidad se torna invisible, no se conmueven ante lo que sus ojos ven, dan crédito a patrañas que no se molestan en verificar. A lo que más llegan es a compadecerse de ‘esa pobre gente’ para inmediatamente avanzar sus peros. No ven porque por encima hay algo invisible, algo superior en cuyo altar el dolor se sacrifica. Se muestran compasivos pero no conmovidos. La compasión, el sentimiento más barato, es hermano de la impasibilidad, solo la conmoción nos urge.


Por qué sucede. A Rusia le ha faltado su Nuremberg. Por eso los rusos no ven, no pueden comprender. Y si viesen, lo que ven les llevaría a la compasión, pero no les conmovería. Los alemanes han pasado por ese trance: la enormidad del periodo nazi. Los rusos, no. El juicio moral nace de la conmoción no de la compasión. Si Rusia hubiese tenido su Núremberg no habrían tenido un Putin.


Así con nuestros quintacolumnistas, no han tenido ocasión de enfrentarse a la enormidad del comunismo. Del mismo modo que no toleramos a un partido nazi, incluso a uno fascista en la Europa democrática, de haber existido un Núremberg ruso tampoco existirían partidos comunistas.


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