miércoles, 19 de enero de 2022

Noruega, de Rafa Lahuerta

 



"Quan la nostàlgia s'imposa la vida s'evapora"


Por doquier se presenta este libro como memorias ficcionadas. Las escribe Albert Sanchis Bermell. Hambriento de realidad, como tantos otros lectores, durante buena parte de la lectura pensé que Albert Sanchis era el nombre auténtico del escritor y Rafa Lahuerta un seudónimo literario. Me tomé al pie de la letra lo de 'memorias'. Una ilusión de tantas como se forja un lector leyendo un libro. El lector se deja seducir para consolidar sus expectativas, que la realidad sea más grande, una cosa bien distinta de lo que tenemos ante nuestros ojos. 'Mítico' es una palabra que se repite varias veces en este libro y que he oído decir a menudo a valencianos. El autor parece tener dos obsesiones: retratar la ciudad de Valencia desde los años 80 hasta la actualidad y contar una vida. Para cada uno la ciudad en la que vive o en la que vivió es diferente porque la infancia transcurrió en un barrio propio, el centro del mundo: calles edificios colores olores tiendas personajes paisajes que dejan rastro, y reconstruimos de modo particular en la memoria. Cada cual privilegia un modo de ver y recordar. El privilegio del escritor consiste en imponer el suyo. Para el autor narrador de Noruega Valencia es la ciudad del río que desapareció, una ciudad fluvial, dice. Su memoria reconstruye el recorrido entre el Mercado Central y el mar siguiendo el curso del río. La narración es el decurso de los años 80 hasta hoy. Pero ¿qué vida adulta no es nostálgica? Cada cual tiene una idea de lo que fue y de lo que pudo haber sido. No podemos enderezar los sueños infantiles, ser lo que no hemos podido ser. Por eso revestimos lo sórdido de colores brillantes -nos deslumbra la luz que viene del pasado, imagen repetida-y maldecimos el presente por muy limpio y aseado que aparezca. Pero el pasado ruinoso que reconstruimos en nuestra memoria fue mórbido y mortal para muchos, así nos lo dice cualquier ciencia histórica que consultemos, de la salubridad de las viviendas a la esperanza de vida. La literatura recrea paisajes y vidas, los embellece hasta el punto de desear vivir lo que no existió o lo que no merece ser vivido. 'Mítico' es levantar acta literaria de una realidad que no fue o que fue lo contrario de lo que al lector se le hace imaginar. Esa ha sido la función principal de la literatura.


Si embellecemos las ruinas del pasado, no es distinta la operación de rescate de nuestra vida. Rafa Lahuerta se muda en Albert Sanchis porque sabe que cualquier relato sobre nosotros mismos no resiste la confrontación con lo que sucedió realmente. Otros testimonios lo desmentirían. Nos sucede a todos. Así que los escritores inventaron la novela para transponer sus experiencias y no hacer cuentas con la realidad. La novela fue un gran invento: el lector podría identificarse con un personaje indefinido y con una ciudad que podía ser cualquiera. Así nació la comunidad de lectores. Pero quién se resiste a pensar que su experiencia es única y el relato de su vida necesario. La vida de Albert Sanchis se entrelaza con la evolución urbana de Valencia, de las calles ruinosas húmedas y sombrías de la ciudad vieja en torno al Mercat Central, el Carrer del Trench, y la Plaza Rodona a la expansión hacia el mar que culmina en los fastos de la Copa América y la Fórmula 1; de la infancia y primera juventud con camaradas pandilleros y la atracción del abismo, encarnado por Susana, al ideal burgués de una familia formalizada con trabajo cultura desahogo económico y una bella mujer representada por Elena, pasando por etapas intermedias de luminosidad y recaídas. Demasiado para una vida real. Es comprensible que la memoria derivase en novela.


Para dar verosimilitud al andamiaje memorístico el autor concibe una estructura fragmentada: el libro se presenta en capítulos como si fuesen parte de un dietario que se agrupan en apartados mayores que dan cuenta de la transformación de la ciudad y de las etapas de la vida de Albert Sanchis. Y entre esos apartados, los esbozos de cuatro novelas que representarían los cuatro momentos de la evolución urbana y vital, combinando la experiencia personal de la ciudad y el cambio de piel de Valencia, de los años 80 a los 90 y al 2000, cómo la vieja ciudad arruinada por donde deambulan personajes perdidos y arruinados va mutando hacia las grandes fastos cuando las élites de trajes ceñidos y pelo engominado quisieron convertirla en la ciudad brillante moderna y fallera que disputaría la primacía a otras ciudades mediterráneas, desde el ajardinamiento del Turia al ensanche y a los emblemas levantados por su ingeniero estrella, culminando en la efímera notoriedad internacional.


Una estructura ingeniosa porque el autor sabe que no hay nada más subjetivo que la memoria y que esta necesita apoyos externos. Dietario pues más que novela, ensayo sobre cómo hacer la gran novela de Valencia y ensayo sobre cómo contar la propia vida elevándola por encima de la ruina en que toda vida acaba. Y en medio reflexiones sobre Valencia, sobre escribir la gran novela de la ciudad y el idioma propio, sobre un lletraferit que se ve impulsado a escribir de tanto leer, los libros leídos, los escritores de culto: Casavella, el Marsé de Pijoaparte y el Raúl Núñez, rioplatense que acabó en el Turia, de Sinatra, Derrama whisky sobre tu amigo muerto o La rubia del bar, y tantos que han tenido alguna relación con la ciudad. Y para darle empaque poético a la novela un personaje más, Rocío, la hermana pintora que muere tan joven que no le da el tiempo para ver su ensoñación estallar en mil pedazos, un paisaje inventado que pone el barrio a la orilla del mar: "Va aflorar un paisatge que en va deixar una cicatriu. Des d'eixa cicatriu escric".


Recomiendo vivamente este libro, a ser posible en el original valenciano (hay traducción). Todo ambición, ambición de ser escritor, ambición de hacer la gran novela de la ciudad, ambición de convertirse en personaje tirándose de los cabellos para sacarse del pantano de la indiferencia, ambición de convertir la ciudad propia en un destino, aunque sea como la capital mundial del antiturismo. Está en la naturaleza de las cosas que toda ambición esté condenada al fracaso, pero como en la Torre de Babel siempre queda la posibilidad de unas hermosas ruinas. Ese es el éxito demediado a que todo hombre puede aspirar. ¿Quién no lo querría para sí? Lo que vamos viendo en Noruega es el bosquejo del autor y el narrador en el empeño. Albert Sanchis/Rafa Lahuerta es cada uno de nosotros. En cada uno de nosotros hay un barrio, una ciudad reconstruida, un paisaje en el que nos gustaría vivir, un paisaje que ni existe ni existió sino como proyección de nuestros sueños. Cómo podríamos vivir sin ellos.


No hay comentarios: