“Mi patria es el mundo, como el mar es la patria de los peces”. De vulgari eloquentia. Dante
Cada vez está más claro que el lamento de los poetas porque se confunda su obra y su vida no está justificado. Lo que uno piensa, escribe y habla se genera en el trato con las cosas de la vida. Así se ve en la extraordinaria biografía que Alessandro Barbero escribe sobre Dante. Barbero detalla con puntillismo documental cada paso que puede documentar de la vida de Dante y cómo de ese movimiento continuo emerge su escritura.
El libro comienza con una vívida narración de la batalla de Campaldino. Dante fue el primero de su familia en pelear a caballo cuando lo llamaron al ejército, con 24 años. Dante fue florentino toda su vida. Su familia, y él mismo durante un tiempo, se dedicó al préstamo de dinero y de ese modo ascendió en la consideración de sus vecinos. No pertenecía a la nobleza sino al pueblo que era quien en la segunda mitad del siglo XIII gobernaba la ciudad, apartando a las magnati, a los señores, del poder. Dante estaba lleno de aspiraciones, como lo demuestra que frecuentara a jóvenes poetas que venían de la nobleza como Guido Cavalcanti y Forese Donati. Participó en el gobierno de los comuni de la ciudad, representando a un sesto, a uno de los seis barrios en que estaba dividida. Pertenecía al bando de los guelfos, cuando el gobierno de las ciudades del norte de Italia, por entonces, se dividía entre güelfos, partidarios del papa, y gibelinos, del emperador. Pero tuvo la mala suerte de apostar, dentro de los güelfos por los blancos, cuando en las disputas ganaron los güelfos negros, que lo desterraron de la ciudad, le confiscaron las propiedades, le impusieron una gran multa y, al no pagarla, lo condenaron a la hoguera in absentia. Desde entonces, sin perder la esperanza de volver alguna vez a la patria, anduvo errante por ciudades y cortes, al amparo de señores, para quienes hacía labores diplomáticas y redactaba documentos. A Barbero le cuesta seguir el rastro documental, a pesar del ingente trabajo de los estudiosos de Dante, que en Italia, como se puede suponer, son un centón. Pero aún así vamos siguiéndole la pista por Forlí, Malaspina, Luca, Bolonia, Pisa, Verona, Venecia, Rávena y muchas más, no permaneciendo mucho tiempo en cada una de ellas, en parte porque las posiciones políticas eran mudables y en parte porque el poeta no quería convertirse en un bufón al servicio del señor. Y no es que Dante se mantuviese fiel a sus convicciones iniciales, pues también él fue mudando, al principio, en su etapa florentina, defensor del gobierno de los comuni y guelfo, después de los gobiernos aristocráticos como convenía a su frágil posición de asilado, y más tarde deseando que Enrique VII, el emperador, se impusiese y aplastase a su patria, escribiendo en su última etapa, en Rávena, De Monarchia, un tratado donde defiende el del emperador como gobierno ideal. Dante nunca fue perdonado por sus conciudadanos y no pudo volver a Florencia. Murió en septiembre de 1321 en Rávena.
Es equivocada impresión la de que la gente de la Baja Edad Media no se movía de sus lugares de origen o al menos lo es en las ciudades mercantiles del norte de Italia. Dante no para, Barbero lo lleva de aquí para allá, aunque duda de dónde pueda estar en cada fecha. Los documentos son pocos y los que quedan poco fiables o susceptibles de interpretaciones contradictorias. Aún así, como de pasada, nos va mostrando los sucesos más importantes de su vida: su enamoramiento de Beatrice Portinari, a quien conoció cuando tenía nueve años, a la que vería casarse y morir joven y a quien convertiría en personaje central del Paraíso, y en parte del Purgatorio; su casamiento, con veinte años, con Gemma Donati, de una posición social superior a la suya, de quien habla muy poco en sus escritos, pero que le daría varios hijos, cuatro o cinco, y a quien tras el destierro no volvería a ver. Si poco sabemos de su vida familiar, lo mismo sucede sobre la composición de sus obras que, salvo De Monarchia y Vita Nuova, va escribiendo en las distintas ciudades en las que vivió, y con los manuscritos guardados en uno u otro lugar. Así sucede con el Convivio, De vulgari eloquentia y la Comedia. Como el Quijote para Cervantes la Comedia para Dante no era el libro principal entre los que escribía, pero inmediatamente después de su muerte sus contemporáneos le confirieron el estatuto de obra maestra. Boccaccio la bautizó como Divina y así ha quedado para la posteridad, Divina Comedia. Sorprende la cantidad de inteligencia italiana que se concentra en esa época: Santo Tomás, Marco Polo, Guido Cavalcanti, Dante, Petrarca, Bocaccio, Giotto. La biografía de Barbero es ejemplar. El lector comprenderá y disfrutará más la lectura o relectura de la Comedia tras haber leído esta documentadísima biografía. Conocerá mejor al hombre y su época.
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