lunes, 1 de marzo de 2021

Arda Roma

 



Heródoto emigró desde su ciudad natal, Halicarnaso, ciudad doria del sur de Anatolia, hasta Atenas, donde adoptó el dialecto jonio y escribió sus nueve libros de historia. Señala Edith Hall en Los griegos antiguos que


"Heródoto no habría podido inventar la historiografía sin el trabajo de los intelectuales del este -los jonios- que lo precedieron, es decir, sin el mapa de Anaximandro, sin el relativismo escéptico de Jenófanes, sin la antropología de Hecateo y los sistemas de hipótesis, prueba y demostración y de lógica probabilística que se perfeccionaron con fines médicos. Con todo, descubrió realmente un nuevo género -la historia- que podía incluir todas las ramas del pensamiento que habían desarrollado Tales y sus sucesores A Heródoto le encantaba investigar tanto el comportamiento físico del Nilo o los motivos por los que distintas tribus adoraban a distintos dioses como las causas de la expansión del Imperio persa. ... Hay en su obra relatos tan vividos que han permitido que los persas y los griegos antiguos sigan siendo una presencia viva en nuestra cultura: Jerjes ordenando la flagelación de las aguas del Helesponto o el final de la resistencia de los espartanos en las Termópilas. Su punto de vista nos ofrece un acceso sin parangón a las grandes y maravillosas obras de los griegos los bárbaros".


¿Hemos de olvidarnos de Heródoto? ¿Hemos de hacer tabla rasa de la historia y empezar de nuevo? Pensábamos que no llegarían a este país, pero todo acaba por llegar, aunque como casi siempre sin la correspondiente inmunización incorporada. Ya están aquí los bárbaros derrumbando las murallas y abriendo las puertas, y como ocurrió en Roma son los bárbaros de dentro. Los otros, cuando llegan, toman lo que quieren a placer. Los bárbaros que relativizan la verdad, que hablan de verdad democrática o de construirla o deconstruirla. Y han llegado hasta la propia Roma, hasta el pensamiento grecorromano que hay que ir empezando a desechar. Hasta las facultades de clásicas hay que desmontar. Pero, ojo, tienen cuidado de distinguir su relativismo de la posverdad, el populismo bueno del nefando. Tienen sus citas de autoridad, su académico código restringido, su escolástica. Poco a poco la están imponiendo, y cuando su escolástica impere será difícil escapar, como ha ocurrido en precedentes ocasiones.



No hay comentarios: