martes, 8 de diciembre de 2020

Periodo de excepción

 

Solo podíamos movernos por Valladolid, Burgos y Zamora, el resto de territorios nos estaban vedados. Si haces actividades de naturaleza pronto te olvidas de la extraña excepción que estamos viviendo, salvo cuando vuelves a las zonas habitadas. Entonces echas de menos los restaurantes y bares. Aún así la gente se busca la vida, terrazas de exterior y terrazas de interior, toldos carpas que son como habitaciones en la calle con la gente igualmente apretujada, sin mascarilla, gente esperando a que te levantes para ocupar tu lugar, gente dentro sin mascarilla, gente buscando cómo saltarse las normas que considera además de poco efectivas contradictorias y generalistas.


Fermoselle y los Arribes y Puente de Requejo, fresco, soportable; de la Laguna de los peces a la Laguna de las yeguas, bajo la ventisca y parte del sendero con hielo, y al volver el parquin hasta los topes; Puebla de Sanabria en la tarde iluminada por Ferrero Rocher que le concede el título de pueblo más bonito de España, un decorado led que por cursilón gusta a los turistas fotógrafos; senderismo por las pistas y cortafuegos de la Sierra de la Culebra zarandeados por el viento frío, con huellas y deposiciones de ciervos y lobos que no se dejan ver; El Canal de Castilla y en Medina de Rioseco comiendo raciones en un callejón por el que bufan mil diablos. Y vuelta a casa.


Qué difícil experiencia la de la pandemia, qué difícil vivirla según las normas, qué difícil vivir una vida apartado de los demás.



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