miércoles, 9 de diciembre de 2020

Gestión

 

Hacía falta buena ciencia y mejor política para salir con bien de la pandemia. Ha habido países preparados, los mejores dirigidos por mujeres, para gestionar adecuadamente la situación colectiva: Taiwán, Nueva Zelanda, Vietnam, Singapur, también Corea, China y Japón (en estos el control rígido, cultural y administrativo, que el gobierno tiene sobre la población y, en todos ellos, el que epidemiológicamente hayan estado en contacto durante años con virus de la misma familia que el presente coronavirus sin duda ha sido decisivo), pero también algunos occidentales como Islandia o Alemania han salido mejor parados. Alemania está dirigido por una científica, doctorada con una tesis en mecánica cuántica. Algunos países tomaron medidas incorrectas al comienzo, como es el caso de Suecia e incluso Inglaterra, resultaron dañinas para la población. Los gobiernos más ineficientes han resultado los que negaban la realidad de la enfermedad o tomaban medidas a lo bruto, tal es el caso de Brasil, Estados Unidos, varios americanos y especialmente España. En casi todos los parámetros España está a la cabeza de las peores cifras. No ha contado ni con buena gestión política ni con científicos que supieran asesorar, científicos a quienes no ha importado exhibir sus contradicciones en las pantallas, sin humildad, aconsejando medidas opuestas, sin demostrar conocimiento de cómo habían discurrido las anteriores pandemias, es decir, sin leer la literatura científica al respecto. Un líder sensato no es el que dice una cosa hoy y mañana la siguiente, tampoco el que antepone su interés al bien común.




Si al comienzo de la pandemia se planteó el dilema entre muertos y pobreza, entre contener el contagio encerrando a la población y abrir para que la economía no se hundiese, caso de Suecia, los científicos conocedores de cómo funcionan las pandemias lo tenían claro, no hay economía sin salud general, por lo tanto era un falso dilema. En cuanto a la ciencia, hay que admirar los extraordinarios avances que se están produciendo, sobre todo en el diseño de las nuevas vacunas, con las de ARNm a la cabeza, como las de Moderna y Pfizer, que no introducen en el organismo virus atenuados o muertos sino un pequeño código genético que estimula el proceso de inmunización con un alto índice de éxito. Este procedimiento abre expectativas terapéuticas inéditas, un nuevo mundo en la medicina, por ejemplo para el tratamiento del cáncer. La efectividad de estas vacunas sobrepasa el 90%, la única duda que se tiene es si provocarán algún tipo de efecto secundario a largo plazo. El que haya tanta gente reacia a ponerse la vacuna, lo que de convertirse en hecho supondrá un fracaso para la inmunización de la población en su conjunto, tiene que ver con la educación y la cultura científica del país, otro dato que habla en contra de la gestión educativa de los sucesivos gobiernos.



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