domingo, 8 de noviembre de 2020

Todo se desmorona, de Chinua Achebe

 


Things Fall Apart fue la primera novela del autor nigeriano, mejor habría que decir igbo, publicada en 1958. Toda ella está recorrida por contradicciones. La acción se sitúa en la última década del XIX cuando las huestes inglesas llegaban a África, conquistaban pueblos y los convertían en colonias. El autor decidió escribir en inglés, el inglés que había aprendido en la escuela de la misión donde su padre trabajaba. Podría haberlo hecho en su idioma, el igbo, pero el igbo era una suma de dialectos sin una escritura unificada o en todo caso con una escritura artificial que no respondía al gusto de Chinua Achebe, al menos en la época en que la escribió. Su padre, un convertido, le había puesto el nombre de Albert, pero el autor en cuanto pudo recuperó un nombre tradicional de su cultura.


La novela se estructura en tres partes no proporcionadas. La primera, la más larga, nos da cuenta del modo de vivir, costumbres, creencias y gobierno precolonial. Achebe crea un clan ficticio para explicárselo al lector, Umofia, compuesto por nueve pueblos. Vemos el orden familiar donde el hombre organiza la supervivencia y las mujeres (en plural, el protagonista, Okonkwo, tiene tres mujeres) le dan hijos y obedecen, la importancia de las festividades y las ceremonias para unir al clan en torno a los antepasados como modo de preservar la unidad y las costumbres y regular la vida en común y como en cualquier organización humana los hay guerreros como el propio Okonkwo y contemporizadores. Okonkwo es un guerrero y el más nombrado, venció al luchador legendario del clan. Su carácter se ha ido construyendo en contraposición al padre, vago y desorganizado, que descuida el cultivo del ñame, es blando con sus esposas e hijos y deja un montón de deudas al morir. Por ello en su mente actúa de continuo el temor a que alguien le tome por un cobarde. Hay tres hechos decisivos en la vida de Okonkwo, los tres tienen que ver con la muerte, la muerte es el límite en el que se encuentran el valor y el miedo. El primero tiene que ver con Ikemefuna, un niño que le es encomendado tras un acuerdo de paz con otro clan, tras un asalto a una mujer umofiana por parte del padre del muchacho. Ikemefuna se convierte en su hijo adoptivo y Okonkwo se encariña con él, aunque sin mostrárselo, en contraste con la debilidad de su propio hijo mayor Nwoye, que prefiere las historias que cuenta su madre. El asunto acaba trágicamente cuando el oráculo dice que Okonkwo tiene que dar muerte a Ikemefuna.


La segunda y tercera parte son más cortas y tienen que ver con la llegada de los misioneros. Durante el funeral de un hombre del clan el arma de Okonkwo explota accidentalmente y mata al hijo del difunto. Siguiendo la costumbre, Okonkwo, junto con su familia, ha de exiliarse al pueblo de su madre, Mbanta, durante siete años, para apaciguar a los dioses ofendidos. Es ahí donde se entera de la llegada del hombre blanco, su religión y la nueva forma de gobierno y la justicia que impone. Aparece el contraste entre lo viejo y lo nuevo, con iniciales hechos violentos: la furia de los conversos contra las viejas costumbres del clan, la respuesta en forma de quema de la iglesia cristiana, la actuación del nuevo tribunal, el abuso de los ujieres negros contra los detenidos, la furia de Okonkwo. Como el desequilibrio entre lo nuevo y lo viejo es grande, los miembros del clan terminan por acomodarse a la nueva situación para desesperación del guerrero Okonkwo que no ve otra salida que colgarse de un árbol.


Entre las muchas preguntas que me hacía mientras leía la novela, además del idioma en que estaba escrito y la transposición de la propia experiencia de Chinua Achebe, estaba la de cómo se escribiría hoy una historia como esta. Achebe muestra en parte las bárbaras costumbres del clan, como arrojar al bosque a los nacidos gemelos, Okonkwo da palizas a sus mujeres e hijos, o la irracionalidad de sus costumbres y creencias y, por el contrario, una aceptación acrítica de las forma de la nueva civilización.


La novela tiene su fuerza en la imperfección. La mayor parte de las preguntas que el lector se hace quedan sin respuesta. Tiene, sin embargo, la fuerza de la oralidad, a la que ayuda la inclusión de proverbios de la cultura oral igbo en su escritura. Durante buena parte de la lectura, parece que alguien te la esté cantando en el oído, sobre todo en las historias del clan, en la primera parte. Tan interesante como el relato principal en torno a Okonkwo son las historias tradicionales y los personajes secundarios, como la de la Belleza de Cristal, Ezinma, hija del propio Okonkwo, Obierika, el amigo de Okonkwo que sin embargo no se deja llevar por arrebatos de ira, o la mujer que se transforma en bruja. Una interesantísima novela que ha sido lectura continuada en los centros educativos en inglés.


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