sábado, 28 de noviembre de 2020

Páramo vacío



Las nubes altas cubren el firmamento, hay niebla en los valles, el sol no es de este día. No ha escarchado en la noche, aunque la hierba está húmeda y a menudo en los caminos hay una fina capa de barro. En las rodaduras que las ruedas de los tractores han ido hundiendo se acumulan charcos de agua que permanecerán durante meses, a veces cubiertas por una capa de hielo. No hay nadie en cualquier dirección que se mire, todo lo más un cuervo que alza el vuelo cuando siente la presencia humana y una cierva solitaria que sale disparada de un hondón a la vuelta del camino hacia tierras más altas. Durante un momento su perfil recortado es lo único que se mueve en la mañana. Avanza hacia el este como reina de la paramera vacía pero dudo que sepa hacia dónde va porque todo a su alrededor es tan gris como su piel.


El mismo gris que resalta a lo lejos la iglesia cúbica y las casas que en escalones van cayendo hacia la parte oscura, un halo húmedo las envuelve, las amortaja, pues ya en sus calles no hay nadie, las ventanas cegadas y las puertas abandonadas a un lento deterioro. ¿Por qué tiene dos iglesias este pueblo, Riocerezo, la que está en alto, la cúbica, y otra de peor traza en dirección opuesta, casi oculta, de la que sale un camino de concentración de grava prensada que sigo durante kilómetros hasta Temiño, también con dos iglesias en punta y punta, y más allá hasta que encuentra un fin inesperado en una tierra recién arada? Es habitual que los caminos desaparezcan porque un arador los hace suyos pensando que si hacen linde con sus tierras son suyos, no le importa que alguien quiera atravesarlos un día para ir más allá y sentirse como la cierva rey del páramo vacío.





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