Espero muy poco de las novelas de género. Si has leído bastante conoces sus reglas y te sorprenden poco. Las variaciones entre autores, y más entre novelas del mismo autor, son mínimas. Así que si eres un lector medio acaban por aburrirte. He leído bastante de Philip Kerr, más de lo que debería. Unas cuantas de su saga con nazis del inspector Bernie Gunther y alguna otra. Si me puse con Plegarias es porque una amiga me comentó que tomaba el nombre de los cuatro jinetes del apocalipsis contra el teísmo como punto de partida, le faltó decirme que tomaba sus nombres en vano. Aparte de los nombres, brevemente mencionados (Dawkins, Hitchens, Harris y Dennett), no hay exposición de ideas ni debate religioso. Es una simple novela negra, un noir. El problema de este tipo de literatura, si la consideráramos como tal, es parecido a los azúcares y las grasas de la comida basura, crea adicción. Una vez que empiezas, sabes que es un pinchazo en vena y prosigues hasta el final. Es fácil de leer, te lleva como un tobogán hasta la solución al problema planteado al principio y no te genera ni una leve incomodidad moral.
A pesar de tantos autores, la novedad en el género noir es mínima. Así que las editoriales ponen etiquetas como cebo para que el lector adicto pique. Mezclan géneros, policíaca histórica, como la saga mencionada del propio Plilip Kerr, con gánsteres, psicológica a lo Patricia Highsmith, con terror, con vampiros, con muertos vivientes, social a lo Vázquez Montalbán, o se inventan territorios como la nórdica, qué sé yo.
En Plegarias, Kerr le da al terror religioso. Un asesino en serie la toma con los irreverentes ateos. El detective del FBI encargado sigue las pistas hasta una iglesia evangelista de Texas donde topa con el líder de una congregación, un erudito religioso que se la tiene jurada a los ateos. Hasta ahí la lectura se lleva bien, hasta se puede disfrutar conociendo las interioridades de las exóticas sectas americanas. Pero mediada la lectura Philip Kerr enloquece, tanto como su personaje, y se monta una de terror en una vieja catedral abandonada de Galveston, pequeña ciudad del golfo que dejó de medrar tras ser devastada por el huracán Ike. No he leído novela negra más aburrida, salvo cualquiera de las leídas los últimos años, atraído por autores sonaban: Petros Márkaris, Lorenzo Silva, Maurizio de Giovanni, Pierre Lemaitre y otros. Bosques esquilmados sin piedad.
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